En 1848, París era un hervidero de actividad revolucionaria. No era lugar para la tranquilidad, sino para el tumulto y la esperanza de cambios. En medio de esta agitación, nació Vilfredo, un niño cuya familia había buscado refugio en la ciudad. Sus padres, una pareja italiana exiliada, vivían entre la incertidumbre y la pasión por un futuro más justo. El padre de Vilfredo, un ingeniero comprometido con los ideales republicanos, había huido a Francia tras verse envuelto en ciertos movimientos liberales en su tierra natal. La madre, una mujer culta y amante de la educación, compartía la misma aspiración por un mundo mejor.
La vida en París, sin embargo, estaba marcada por constantes disturbios y cambios políticos. La ciudad, en plena efervescencia de la Revolución de 1848, no ofrecía el entorno seguro que los padres de Vilfredo deseaban para su hijo. Decidieron que Italia, a pesar de sus propios conflictos, sería un lugar más apropiado para regresar y criar a su familia. Así, se trasladaron a una finca cerca de Florencia, buscando la paz y la estabilidad que París no podía ofrecerles.
Aunque Vilfredo era muy pequeño, los debates comentando las desigualdades lacerantes en París siguieron escuchándose en su caso, inspirando en él un espíritu crítico e inquisitivo. En Italia, el ambiente liberal y las conversaciones sobre justicia y libertad continuaron moldeando su carácter. Vilfredo creció en un hogar donde las ideas se debatían abiertamente y se cuestionaba la autoridad establecida, lo que fomentó su inclinación a desafiar las normas y a buscar la verdad más allá de las apariencias.
En la tranquila campiña toscana, la familia de Vilfredo encontró el refugio que buscaba. Rodeado de olivos y viñedos, Vilfredo desarrolló un profundo amor por la naturaleza y la jardinería. La finca se convirtió en su santuario, un lugar donde podía observar minuciosamente cada planta y cada insecto. La influencia de su madre, que valoraba la educación y la belleza natural, se combinó con la pasión de su padre por la ingeniería y la innovación, alimentando en Vilfredo una curiosidad insaciable y una mente analítica.
Se matriculó en el Instituto Politécnico de Turín del que acabó saliendo como ingeniero. Pronto empezó a ejercer como consultor industrial, lo que le llevó a familiarizarse con la gestión económica y adentrarse en los debates sobre las medidas proteccionistas y el libremercado. Convencido de la superioridad de los planteamientos liberales, a pesar de que mantenía relaciones cordiales personales con algunos socialistas, tenía claro que sus ideas económicas eran erróneas. La competencia y la desigualdad favorecían a la economía.
La vida de Vilfredo dio un giro importante cuando, a los 42 años, su padre falleció, sacudiendo su mundo. La marcha de Raffaele, su inspiración y guía, dejó un importante vacío. Su carrera en la ingeniería y los negocios, aunque exitosa, ya no le ofrecía la satisfacción ni la claridad que buscaba. Las enseñanzas de su padre sobre la lucha por un ideal y el cuestionamiento de las estructuras establecidas resonaban en su mente con más fuerza que nunca. Además, algunos artículos sobre economía, como los del profesor Pantaleoni, llegaron a sus manos, y le invitaron a adentrarse en la especulación más abstracta de la que ya no saldría, reconsiderando sus prioridades y el rumbo de su vida.
Fue entonces cuando aceptó una cátedra en la Universidad de Lausana, en Suiza, un lugar que prometía la tranquilidad y el tiempo necesarios para explorar sus intereses en la economía y la sociología. Pero algo no cambió. Nunca dejó de lado su amor por la jardinería. Un día, mientras recogía guisantes en su jardín suizo, notó un patrón que ya había observado muchas veces antes: una quinta parte de sus plantas producían la mayoría de los guisantes. Aunque esta idea no era nueva para él, fue aquilatándose y ganando fuerza, llevándole a inquietarse por la persistencia de este patrón no solo en su jardín, sino también en otros aspectos de la vida y la sociedad que había analizado. La repetición de esta proporción desigual en diferentes contextos lo impulsó a reflexionar más profundamente sobre sus implicaciones más amplias y universales.
Así fue como Vilfredo Federico Pareto, acostumbrado a buscar patrones y a cuestionar las estructuras establecidas, comenzó a reflexionar sobre la implicación de esta distribución desigual. Una proporción que más tarde se conocería como el principio del 80/20 o la regla de Pareto.
Por doquier
Tres lustros después de haber llegado a Lausana, Pareto abandonó la docencia y se retiró a Céligny, donde dedicó el último período de su vida al estudio. Este fue, sin duda alguna, el más fructífero desde el punto de vista intelectual, durante el cual publicó sus más reconocidos trabajos: el Manual de economía política y el Tratado de sociología. Estas ideas transformaron no solo la economía, sino también la sociología, la filosofía y otros campos del conocimiento, dejando un legado duradero que continúa influyendo en el pensamiento contemporáneo.
En aquel Manual introdujo la importancia de esta proporción que recibiría su nombre. Con ella se formalizaba la cotidiana experiencia de que unas pocas causas generan la mayoría de los efectos, manteniendo su proporción en innumerables casos por más que las causas y sus efectos variasen a lo largo del tiempo. Esta idea sería central para los análisis de ingeniería y las políticas más pragmáticas abiertas a comprender y a cuidar los equilibrios más útiles, frente a los excesos totalizantes e idealistas de otros análisis.
Junto a este concepto, Pareto dio nombre a la que sería más tarde conocida como eficiencia de Pareto. Este principio se refiere al equilibrio en el cual no es posible mejorar la condición de una persona sin empeorar la de otra. A pesar de que la economía no es un juego de suma 0, porque la innovación favorecida por la necesidad nos ha impulsado para no seguir viviendo en la cavernas, en muchas situaciones es matemáticamente imposible ser más equitativo, más justo. En términos más simples, una distribución de recursos es eficiente en el sentido de Pareto cuando no se pueden realizar ajustes para beneficiar a alguien sin perjudicar a otro. En otras palabras, cualquier cambio que se realice para beneficiar a alguien más requerirá un sacrificio equivalente por parte de otra persona. Este principio se convirtió en una piedra angular en la economía y la teoría de la decisión, por ejemplo en políticas económicas, microeconomía o bienestar.
La regla de Pareto puede observarse en múltiples ejemplos. Por ejemplo, la persistente desigualdad social sigue manteniendo un equilibrio. Mientras que la población más pobre de las economías emergentes ha logrado en los últimos años alcanzar ciertas cotas de bienestar, la cúspide económica global ha seguido progresando en su crecimiento y acumulación. La distribución de la economía mundial nos muestra la persistente desigualdad que hace que una pequeña proporción de la población mundial controle la mayor parte de la riqueza, manteniendo los niveles de desigualdad o incluso aumentándolos, pero siempre dentro de un equilibrio.
En términos de productividad, se ha observado que una pequeña parte de nuestras actividades diarias produce la mayor parte de los resultados deseados. Concentrarse en ellas es fundamental para sostener nuestra productividad. Así sucede también con los procesos productivos de una empresa, o con los costes asociados a un producto: la mayor parte se concentra en pocos elementos.
En la búsqueda de errores, por ejemplo, en los fallos en el software, cuatro quintas partes de ellos suelen concentrarse en una quinta parte del código. Tenerlo presente es fundamental para el debugging, y en general, para el control de calidad de los procesos productivos de cualquier industria y en la atención a los clientes, pues es bien conocido que la mayoría de las quejas se concentran en un porcentaje reducido de estos clientes.
La mayor parte del impacto en redes sociales se corresponde a una pequeña parte de las publicaciones. También, la mayor parte del tráfico web proviene de una quinta parte del contenido de cada sitio web, o las visitas recibidas por una publicación se corresponden con un porcentaje relativamente bajo de sus palabras clave. Todas estas proporciones que se aproximan a la regla de pareto son empleadas con criterio en las estrategias de marketing digital.
De hecho, la distribución de las ventas de la inmensa mayoría de las compañías, más o menos equilibran una concentración en la cual el 80% de las ventas suelen realizarse sobre el 20% de los clientes, y además el 80% de esas ventas se realizan sobre el 20% de todos los productos o servicios del catálogo de la compañía.
Y así podríamos seguir con una lista que reuniera más de un centenar de ejemplos en los que la regla de Pareto se cumple razonablemente, poniendo de relieve un simple hecho que nos ayuda a priorizar tareas y decisiones, a relativizar problemas, a lograr objetivos y comprender realidades con un esfuerzo asequible.
El equilibrio incómodo
Evidentemente, Pareto no estableció una regla mágica y determinista que hubiera encontrado una maravillosa proporción exacta 80/20. De hecho, la desigualdad económica global a disitintos niveles se aproxima más bien a un 90/10. Asumirla como una regla rígida puede llevar a errores y simplificaciones excesivas. La complejidad de muchos problemas requiere un análisis más detallado y específico que no siempre puede ser encapsulado en esta simple proporción. Sin embargo, como heurístico cotidiano resulta mucho más ignorado de lo que suele advertirse, y su utilidad está lejos de ser aprovechada.
A esa templanza más razonable probablemente accedió Pareto en su madurez, cuando disfrutaba de la tranquilidad de Céligny, donde abandonó su carácter más polémico asumiendo un cambio en su perspectiva teórica, que se había ampliado notablemente. Sin embargo, este equilibrio no resultaba cómodo para la época. Apropiándose de sus éxitos y de su desdén por las teorías socialistas que amenazaban con saquear el país, el fascismo italiano quiso vindicarlo subrayando sus posicionamientos más antidemocráticos, con la explícita intención de legitimar científicamente el fenómeno político. A pesar de darle cierta bienvenida y ser honrado como senador vitalicio por Mussolini, Pareto mantuvo un compromiso con la libertad que expresó de diversas formas incomodando al régimen hasta que decidió ignorarlo. Pareto comprendió al final de sus días que las élites especulan cíclicamente con la desigualdad a lo largo de la historia y sin embargo acaban haciendo de esta un cementerio de aristocracias. El tiempo acabó dándole la razón. Y si cometió errores, como todos, cabe recordar que, al fin y al cabo, la mayoría de ellos procede de una pequeña proporción de nuestras decisiones.
Gran influencer Vilfredo, gracias por compartir su historia Javi!
En "El Capital en el Siglo XXI", Pikkety nos muestra como la desigualdad existente en la Francia de 1789 no sólo se había reducido durante 120 años de revoluciones burguesas, sino que en 1914 se había intensificado. La tendencia de la elite (la existente en el poder o la innovadora que quiere acceder a él) a conservar y aumentar su parte del pastel es, por lo tanto, innata. Sin necesidad de tantas revoluciones, los años 40-50 y 60 crearon una redistribución de la riqueza que produjo nuestra hoy atribulada clase media. No solo en Europa , sino también en EE.UU.
La regla del 90/10 regresó tras la reacción neoliberal y el desmantelamiento de tantas cosas (no sólo el gasto públicos, sino el concepto de lo público) durante la crisis del 2008. Y ahora tenemos lo que tenemos.
La cuestión es si, para mantener ese 90/10, el sistema no sé está inventando una nueva ideología que lo justifique. O dicho de otra forma: ¿Trump y sus secuaces son solo un parche temporal, una reacción, o representan un nuevo paradigma ideológico que ha venido para quedarse? En veinte años lo hablamos. Gran artículo