Genial como siempre. El alemán, con sus larguísimas palabras que contienen a la vez adjetivos, sustantivos y complementos circunstanciales, y con su tendencia a poner el verbo al final, parece predisponer a una escucha más atenta y por lo tanto a un pensamiento más reflexivo. Las lenguas latinas, por el contrario, disparan el verbo rápidamente, a veces incluso omitiendo el sujeto, lo que lleva a un habla rápida y probablemente focalizada en la intuición más que en el razonamiento.
Por cierto que la palabra puente admite el género femenino en español, aunque está en desuso desde la edad media. Y sin irnos muy lejos, hablar del mar o de la mar implica connotaciones muy diferentes.
Aunque Chomsky sostenga (probablemente con razón) que nuestra capacidad lingüística es innata, me inclino por la hipótesis de un lenguaje que condiciona nuestra manera de pensar, y que "obliga" a nuestras mentes a discurrir por determinados caminos mentales.
Mi experiencia casi bilingüe viviendo cinco años en un país extranjero hace que le dé la razón a Carlomagno: a veces yo sentía que era dos personas a la vez.
¡Qué importante eso que dices, Ignacio! Yo también he tenido esa experiencia, la de sentir que soy varias personas, transformarte en función al idioma con el que vistes tu realidad.
Cuando has mencionado el término puente como femenino, me he acordado del poema "The Bridge Poem", de Kate Rushin, traducido y recogido en la obra que lleva el título "This Bridge Called my Back" y traducido al castellano como "Esta puente, mi espalda".
El uso de la acepción femenina del término no es casual: la obra es una colección de escritos feministas de mujeres de diverso origen racial en EEUU. Es una obra interesantísima que recoge en poesías, ensayos y entrevistas la experiencia de mujeres como Gloria Anzaldúa (editora de la obra) o Audre Lorde.
Esta puente, mi espalda es un ejemplo del uso del idioma como acto político de rebeldía; mientras que en inglés "bridge" carece de género, en la traducción al castellano se utiliza el término femenino, común durante el medievo como tú muy bien dices, Ignacio.
El por qué se dejó de usar el femenino se desconoce; lo que sí queda recogido por escrito es cómo las traductoras han retomado el uso como herramienta de reivindicación de una manera de pensar y ver el mundo.
Más allá de mi propia opinión sobre el concepto de "género" a nivel lingüístico - este es otro debate necesario, aunque algunos/as digan que no hay debate😪 - es un tema que me resulta fascinante y a la vez me asusta: el uso de la palabra y su (re) significado como herramienta de manipulación / (re) construcción de la realidad. A la vez, si estos procesos no tuviesen lugar, ¿seríamos hoy lo que somos?
Según mi percepción, la lengua limita de forma inevitable la forma que tenemos de expresarnos e interactuar con el resto. Dicho lo cual, esa expresión que exponemos en las relaciones personales, no solo cambia por la lengua, sino por el contexto y tipo de relación. A mí me gusta pensar que soy una única persona con su personalidad, pero que, en función de las circunstancias (siendo la lengua una de ellas), se manifiesta de distinta manera. A veces son manifestaciones muy semejantes, otras sorprendentemente dispares.
Qué maravilla, gracias Javier. Este texto me ha recordado una cosa que cuando la descubríme fascinó y es que los Aimaras expresan el tiempo al revés que nosotros, para ellos mirar hacia delante es referirse al pasado y viceversa con el futuro. Ellos conciben el tiempo como algo que les viene por la espalda y el pasado es cosa ya vista, de ahí lo de que el pasado esté delante, avanzan por la vida de espaldas. Y eso tiene muchas implicaciones en su cultura.
En fin, una maravilla de texto con la que reflexionar. Gracias de nuevo.
Hay mucha sabiduría en esa concepción de los Aimaras, que me ha recordado a la frase atribuida a Kierkegaard: “La vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero tiene que ser vivida hacia delante”.
Buen trabajo Javier. La relación entre mente y lenguaje ha suscitado reflexión desde siempre, como expresa tu texto, escrito en español. Qué distancia, qué límites habrán entre tu intención, tu idea, tu selección de temas y motivos y su traducción a través del lenguaje escrito.
Igual conoces el poema de Chuang-Tzu: "el propósito de las palabras/es transmitir ideas./Cuando las ideas se han comprendido/las palabras se olvidan./¿Dónde puedo encontrar un hombre/ que haya olvidado las palabras?/Con ese me gustaría hablar". Evoca la comprensión intuitiva del Tao o experiencia psicológica de los límites del lenguaje para explicar el aroma de una rosa en palabras.
El lenguaje parece ciertamente nuestra principal mediación con la realidad, más allá del cuerpo mismo. Evocadores esos versos que traes. Como si nos desnudáramos.
En relación a lo qué dices, conviene darle una vuelta a la relación causal entre la conceptualización del mundo mediante el lenguaje y el sufrimiento. Muchas dosis de insatisfacción se derivan de esa codificación, que usualmente no suele adecuarse a la realidad, sino a una mezcla de generalizaciones, simplificaciones y añadidos nuestros. En un afán de entender nuestro sufrimiento, muchas veces creamos enredos conceptuales que son un híbrido de verdad, confusión y fantasía. Nos focalizamos en operar sobre el enredo, pero eso muchas veces nos complica y atrapa, porqué el enredo muchas veces tiene un 70% de narrativa y un 30% de verdad. Por ejemplo, solemos decir que sufrimos por la muerte de nuestra madre, pero esa atribución es errada, porque un día comemos unas lentejas con un amigo, gozando intensamente, y no decimos que hemos gozado por la muerte de nuestra madre.
Todo esto por no hablar del montón de expectaciones que posibilita el lenguaje y nos hacen sufrir, así cómo del sesgo de atribución de intencionalidad de corte animista ("el otro quería herirme", en vez de pensar que habló sin pensar ni intención), y el exceso de introspección y de reflexividad sobre sí mismo, que suele ser perjudicial cuando es compulsivo. O la afectación social que comentabas en el artículo anterior: si codificas como enemigo, la eliminación es lícita; si codificas como rival, la competencia es lícita, pero necesitas al otro para jugar y entiendes que es un juego no tan importante, que el partido debe pararse si un aficionado sufre un infarto en la grada.
La metódica escéptica y sofista ayuda en esto, pues escuchar distintas codificaciones te ayuda a desaferrarte a las mismas, a ver sus grietas y reflexionar de nuevo, seleccionando lo más verdadero y útil de las distintas.
Excelente artículo. La lengua es el resultado de una forma de vivir, y de ver la vida, pero a la vez puede convertirse en una herramienta de manipulación como en 1984, o como es utilizada actualmente con los mensajes publicitarios o políticos que hacen una simplificación absurda de la realidad.
Qué chulo, Pablo. No hay que tener miedo a las conclusiones de la ciencia: tanto si existe un patrón universal, como si hay variantes y algunas son mejores que otras por algún motivo, lo importante es que la investigación permanezca abierta y en discusión. Gracias por traerlo aquí.
Un placer como siempre leerte. Yo creo que el lenguaje es el medio que usamos para decodificar y comprender la realidad. Cambios en esa decodificación, pequeños o grandes, nos llevarán a interpretaciones de la realidad diferentes en mayor o menor medida.
Estoy de acuerdo aunque creo que el lenguaje tiene más que ver con nuestra cooperación que con nuestro desvelamiento de la verdad. El cerebro no ha sido pulido por la selección natural para conocerla sino para sobrevivir. Conocerla es adaptativo pero es muy costoso. Nuestra relaciones sociales medidas por el lenguaje tienen más impacto en nuestra forma de ver el mundo. Gracias a ti.
Fantástico artículo, en el fondo y en la forma, y un caso más en el que traes una variedad impresionante de conocimientos bajo un mismo tema. Últimamente, tus posts me sirven de inspiración y acicate, tanto cuando estoy de acuerdo, como en este, como cuando lo estoy menos.
Hace años que tengo la teoría, un poco enrevesada como todas las mías, de que el antisemitismo de Heidegger procedía de su relación con el lenguaje. La desarrollaré en otro lugar, pero a grandes trazos, la idea es que Heidegger era lo que llamas aquí un “relativista lingüístico absoluto”, lo cual se debía a una situación muy sui generis: que conocía a fondo varios idiomas, especialmente el griego clásico, pero no hablaba, no habitaba, ninguno. Como resultado, tendía a exagerar la importancia de la diferencia. Un ejemplo clave es cómo cimenta toda la actitud griega hacia el ser en el concepto de verdad como a-letheia o des-velamiento, pero se ejemplifica también en algunas de sus frasecitas: la desafortunada de que solo se pueda hacer filosofía en griego o alemán, o la de que el lenguaje sea la “casa del ser”. Si el lenguaje es “la casa del ser”, la comunidad lingüística pasa a ser un límite que puede ser violado, invadido, por un “enemigo interior”. De ahí al nacionalismo y el antisemitismo, que no creo fuera racial sino cultural, hay un paso. Si Heidegger hubiera sido bilingüe, se habría dado cuenta de que las diferencias entre sistemas-lenguaje son mucho más sutiles…
Muy interesante esa reflexión que traes. Estoy deseando leerte cuando la desarrolles.
Sobre Heidegger, su antisemitismo, su alusión al lenguaje y en general la irracionalidad romántica que tanto arraigó en Alemania obsesionada con esa diferencia a la que apuntas, escribí hace unos meses cuando pude visitar Alemania, y en particular la Selva Negra, cerca de la que fue su casa. Te dejo aquí la segunda de las tres cartas que hilé por si te interesan:
Un texto profundo y enriquecedor, Javier. Gracias.
El comentario de Ignacio me ha ilustrado sobre la estructura del alemán, que desconocía. En el japonés, el verbo también va al final; sin duda contribuye a menores interrupciones, pues de hacerlo no se entienden las oraciones.
Otra curiosidad del japonés es que tiene numerosas variaciones para mostrar respeto, cortesía o humildad. Casi todo los estudiantes del idioma tienen que bregar con un porrón de expresiones y formas verbales y gramaticales que significan lo mismo, pero que se usan en contexto diferente. No se usa la misma palabra para hablar de un familiar propio que de un familiar de tu interlocutor; cuando te explican algo, dices “entendido” de una forma distinta según tu posición social en la conversación.
La traducción, que es una herramienta fundamental cuando se está aprendiendo, llega a ser un obstáculo con frecuencia cuando adquieres cierta soltura. Me ocurre que al leer sentencias de tribunales japoneses o legislación, hay expresiones intraducibles en su literalidad.
Muy bueno, interesante, profundo y bien documentado. Con mi italiano como lengua materna, mi inglés como lengua de formación y mi español como lengua de trabajo y social me ha resultado muy enriquecedor. Trabajando en una empresa implantada en 140 países, el CEO estableció el "Bad English" como lengua oficial en la compañía; no hubo `problemas.
Como lingüista, he alucinado con este artículo, Javier. Lo he leído varias veces, y he encontrado algo nuevo en lo que seguir indagando en cada ocasión. Gracias por tu generosidad en compartir tus reflexiones.
Este que planteas es uno de esos "misterios" que no sé si lograremos descifrar. ¿Decimos las cosas porque están alojadas en la realidad, o porque las convenimos social y culturalmente?
Desde mi ignorancia, creo que cada vez que hablamos entra en juego esa tensión, entre nuestra realidad y todo lo que nos hace quienes somos. Y aunque nombrar algo de un modo u otro abre o cierra posibilidades de pensamiento, también existen cosas que no podemos nombrar, de ahí la dificultad que tan bien describes en cualquier traducción.
¿Cómo podemos, por ejemplo, traducir todas las palabras que usan los inuit para describir la nieve, si no tenemos referencias de esa realidad en la nuestra?
Tal vez más allá de las disputas entre Crátilo y Hermógenes, entre Chomsky y Sapir-Whorf, lo importante sea recordar que cada lengua abre una puerta a un mundo propio. Cuidar esa diversidad lingüística, supone preservar la posibilidad de pensar de otra manera, algo que se vuelve aún más necesario ante la extinción lingüística y el avance de esta suerte de neorealidad donde todo parece ser nada y nada, nos dicen, es todo.
¿No será que en el equilibrio de cuidar y cuestionar nuestro lenguaje está, en última instancia, la forma más radical de preservar nuestra propia libertad? 🤷🏼♀️
Dice el lingüista Ken Hale que perder un idioma «es como dejar caer una bomba sobre el Louvre». De las 7000 lenguas que se hablan actualmente, la mitad no se están enseñando a los niños. Si nos preocupa que el 20 % de los mamíferos, el 11 % de las aves, el 5 % de los peces y el 10 % de la diversidad florística estén amenazados, no podemos ignorar que, como dices, el 50 % de los idiomas están en peligro de extinción. Como herramientas de interacción con el mundo físico, cada idioma es un repositorio de conocimiento y experiencia, una expresión única de la imaginación humana. Gran artículo, Javier.
Me ha fascinado este artículo, Javier. Da vértigo pensar que aquello que creemos íntimo y originario, nuestro pensamiento, está tan entrelazado con la lengua que lo hospeda. Es como descubrir que los cimientos de nuestra casa son también paredes y techo, y que lo que llamamos libertad de pensamiento se da siempre dentro de una arquitectura invisible.
Genial como siempre. El alemán, con sus larguísimas palabras que contienen a la vez adjetivos, sustantivos y complementos circunstanciales, y con su tendencia a poner el verbo al final, parece predisponer a una escucha más atenta y por lo tanto a un pensamiento más reflexivo. Las lenguas latinas, por el contrario, disparan el verbo rápidamente, a veces incluso omitiendo el sujeto, lo que lleva a un habla rápida y probablemente focalizada en la intuición más que en el razonamiento.
Por cierto que la palabra puente admite el género femenino en español, aunque está en desuso desde la edad media. Y sin irnos muy lejos, hablar del mar o de la mar implica connotaciones muy diferentes.
Aunque Chomsky sostenga (probablemente con razón) que nuestra capacidad lingüística es innata, me inclino por la hipótesis de un lenguaje que condiciona nuestra manera de pensar, y que "obliga" a nuestras mentes a discurrir por determinados caminos mentales.
Mi experiencia casi bilingüe viviendo cinco años en un país extranjero hace que le dé la razón a Carlomagno: a veces yo sentía que era dos personas a la vez.
Gracias por traer un tema tan interesante
¡Qué importante eso que dices, Ignacio! Yo también he tenido esa experiencia, la de sentir que soy varias personas, transformarte en función al idioma con el que vistes tu realidad.
Cuando has mencionado el término puente como femenino, me he acordado del poema "The Bridge Poem", de Kate Rushin, traducido y recogido en la obra que lleva el título "This Bridge Called my Back" y traducido al castellano como "Esta puente, mi espalda".
El uso de la acepción femenina del término no es casual: la obra es una colección de escritos feministas de mujeres de diverso origen racial en EEUU. Es una obra interesantísima que recoge en poesías, ensayos y entrevistas la experiencia de mujeres como Gloria Anzaldúa (editora de la obra) o Audre Lorde.
Esta puente, mi espalda es un ejemplo del uso del idioma como acto político de rebeldía; mientras que en inglés "bridge" carece de género, en la traducción al castellano se utiliza el término femenino, común durante el medievo como tú muy bien dices, Ignacio.
El por qué se dejó de usar el femenino se desconoce; lo que sí queda recogido por escrito es cómo las traductoras han retomado el uso como herramienta de reivindicación de una manera de pensar y ver el mundo.
Más allá de mi propia opinión sobre el concepto de "género" a nivel lingüístico - este es otro debate necesario, aunque algunos/as digan que no hay debate😪 - es un tema que me resulta fascinante y a la vez me asusta: el uso de la palabra y su (re) significado como herramienta de manipulación / (re) construcción de la realidad. A la vez, si estos procesos no tuviesen lugar, ¿seríamos hoy lo que somos?
Según mi percepción, la lengua limita de forma inevitable la forma que tenemos de expresarnos e interactuar con el resto. Dicho lo cual, esa expresión que exponemos en las relaciones personales, no solo cambia por la lengua, sino por el contexto y tipo de relación. A mí me gusta pensar que soy una única persona con su personalidad, pero que, en función de las circunstancias (siendo la lengua una de ellas), se manifiesta de distinta manera. A veces son manifestaciones muy semejantes, otras sorprendentemente dispares.
Qué maravilla de comentario, Ignacio. Tu experiencia tuvo que ser apasionante. Y el tema de los idiomas, una mina para la reflexión. Gracias.
Qué maravilla, gracias Javier. Este texto me ha recordado una cosa que cuando la descubríme fascinó y es que los Aimaras expresan el tiempo al revés que nosotros, para ellos mirar hacia delante es referirse al pasado y viceversa con el futuro. Ellos conciben el tiempo como algo que les viene por la espalda y el pasado es cosa ya vista, de ahí lo de que el pasado esté delante, avanzan por la vida de espaldas. Y eso tiene muchas implicaciones en su cultura.
En fin, una maravilla de texto con la que reflexionar. Gracias de nuevo.
Hay mucha sabiduría en esa concepción de los Aimaras, que me ha recordado a la frase atribuida a Kierkegaard: “La vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero tiene que ser vivida hacia delante”.
Gracias por la aportación.
Buen trabajo Javier. La relación entre mente y lenguaje ha suscitado reflexión desde siempre, como expresa tu texto, escrito en español. Qué distancia, qué límites habrán entre tu intención, tu idea, tu selección de temas y motivos y su traducción a través del lenguaje escrito.
Igual conoces el poema de Chuang-Tzu: "el propósito de las palabras/es transmitir ideas./Cuando las ideas se han comprendido/las palabras se olvidan./¿Dónde puedo encontrar un hombre/ que haya olvidado las palabras?/Con ese me gustaría hablar". Evoca la comprensión intuitiva del Tao o experiencia psicológica de los límites del lenguaje para explicar el aroma de una rosa en palabras.
Muchas gracias, Jesús.
El lenguaje parece ciertamente nuestra principal mediación con la realidad, más allá del cuerpo mismo. Evocadores esos versos que traes. Como si nos desnudáramos.
Muy bueno, Javier.
En relación a lo qué dices, conviene darle una vuelta a la relación causal entre la conceptualización del mundo mediante el lenguaje y el sufrimiento. Muchas dosis de insatisfacción se derivan de esa codificación, que usualmente no suele adecuarse a la realidad, sino a una mezcla de generalizaciones, simplificaciones y añadidos nuestros. En un afán de entender nuestro sufrimiento, muchas veces creamos enredos conceptuales que son un híbrido de verdad, confusión y fantasía. Nos focalizamos en operar sobre el enredo, pero eso muchas veces nos complica y atrapa, porqué el enredo muchas veces tiene un 70% de narrativa y un 30% de verdad. Por ejemplo, solemos decir que sufrimos por la muerte de nuestra madre, pero esa atribución es errada, porque un día comemos unas lentejas con un amigo, gozando intensamente, y no decimos que hemos gozado por la muerte de nuestra madre.
Todo esto por no hablar del montón de expectaciones que posibilita el lenguaje y nos hacen sufrir, así cómo del sesgo de atribución de intencionalidad de corte animista ("el otro quería herirme", en vez de pensar que habló sin pensar ni intención), y el exceso de introspección y de reflexividad sobre sí mismo, que suele ser perjudicial cuando es compulsivo. O la afectación social que comentabas en el artículo anterior: si codificas como enemigo, la eliminación es lícita; si codificas como rival, la competencia es lícita, pero necesitas al otro para jugar y entiendes que es un juego no tan importante, que el partido debe pararse si un aficionado sufre un infarto en la grada.
La metódica escéptica y sofista ayuda en esto, pues escuchar distintas codificaciones te ayuda a desaferrarte a las mismas, a ver sus grietas y reflexionar de nuevo, seleccionando lo más verdadero y útil de las distintas.
Excelente artículo. La lengua es el resultado de una forma de vivir, y de ver la vida, pero a la vez puede convertirse en una herramienta de manipulación como en 1984, o como es utilizada actualmente con los mensajes publicitarios o políticos que hacen una simplificación absurda de la realidad.
Muy interesante. Para los amantes de los idiomas, recomiendo mirar este video corto sobre los.nombres de los colores en cada lengua:
https://www.youtube.com/watch?v=gMqZR3pqMjg
Qué chulo, Pablo. No hay que tener miedo a las conclusiones de la ciencia: tanto si existe un patrón universal, como si hay variantes y algunas son mejores que otras por algún motivo, lo importante es que la investigación permanezca abierta y en discusión. Gracias por traerlo aquí.
Un placer como siempre leerte. Yo creo que el lenguaje es el medio que usamos para decodificar y comprender la realidad. Cambios en esa decodificación, pequeños o grandes, nos llevarán a interpretaciones de la realidad diferentes en mayor o menor medida.
Estoy de acuerdo aunque creo que el lenguaje tiene más que ver con nuestra cooperación que con nuestro desvelamiento de la verdad. El cerebro no ha sido pulido por la selección natural para conocerla sino para sobrevivir. Conocerla es adaptativo pero es muy costoso. Nuestra relaciones sociales medidas por el lenguaje tienen más impacto en nuestra forma de ver el mundo. Gracias a ti.
Que maravilla de artículo. Gracias.
Muchas gracias, Oriol.
El racimo de Wittgenstein son los "embeddings" de los LLM, vectores multidimensionales que apuntan en la misma dirección.
Buen debate. Algo muy similar comentaba hace unos días:
https://substack.com/@jajugon/note/c-156469879?r=30rjhv&utm_medium=ios&utm_source=notes-share-action
Fantástico artículo, en el fondo y en la forma, y un caso más en el que traes una variedad impresionante de conocimientos bajo un mismo tema. Últimamente, tus posts me sirven de inspiración y acicate, tanto cuando estoy de acuerdo, como en este, como cuando lo estoy menos.
Hace años que tengo la teoría, un poco enrevesada como todas las mías, de que el antisemitismo de Heidegger procedía de su relación con el lenguaje. La desarrollaré en otro lugar, pero a grandes trazos, la idea es que Heidegger era lo que llamas aquí un “relativista lingüístico absoluto”, lo cual se debía a una situación muy sui generis: que conocía a fondo varios idiomas, especialmente el griego clásico, pero no hablaba, no habitaba, ninguno. Como resultado, tendía a exagerar la importancia de la diferencia. Un ejemplo clave es cómo cimenta toda la actitud griega hacia el ser en el concepto de verdad como a-letheia o des-velamiento, pero se ejemplifica también en algunas de sus frasecitas: la desafortunada de que solo se pueda hacer filosofía en griego o alemán, o la de que el lenguaje sea la “casa del ser”. Si el lenguaje es “la casa del ser”, la comunidad lingüística pasa a ser un límite que puede ser violado, invadido, por un “enemigo interior”. De ahí al nacionalismo y el antisemitismo, que no creo fuera racial sino cultural, hay un paso. Si Heidegger hubiera sido bilingüe, se habría dado cuenta de que las diferencias entre sistemas-lenguaje son mucho más sutiles…
Muchas gracias, Eduardo. Qué fantástico comentario.
Muy interesante esa reflexión que traes. Estoy deseando leerte cuando la desarrolles.
Sobre Heidegger, su antisemitismo, su alusión al lenguaje y en general la irracionalidad romántica que tanto arraigó en Alemania obsesionada con esa diferencia a la que apuntas, escribí hace unos meses cuando pude visitar Alemania, y en particular la Selva Negra, cerca de la que fue su casa. Te dejo aquí la segunda de las tres cartas que hilé por si te interesan:
https://newsletter.ingenierodeletras.com/p/ecos-germanos-iiiii
Gracias.
Un texto profundo y enriquecedor, Javier. Gracias.
El comentario de Ignacio me ha ilustrado sobre la estructura del alemán, que desconocía. En el japonés, el verbo también va al final; sin duda contribuye a menores interrupciones, pues de hacerlo no se entienden las oraciones.
Otra curiosidad del japonés es que tiene numerosas variaciones para mostrar respeto, cortesía o humildad. Casi todo los estudiantes del idioma tienen que bregar con un porrón de expresiones y formas verbales y gramaticales que significan lo mismo, pero que se usan en contexto diferente. No se usa la misma palabra para hablar de un familiar propio que de un familiar de tu interlocutor; cuando te explican algo, dices “entendido” de una forma distinta según tu posición social en la conversación.
La traducción, que es una herramienta fundamental cuando se está aprendiendo, llega a ser un obstáculo con frecuencia cuando adquieres cierta soltura. Me ocurre que al leer sentencias de tribunales japoneses o legislación, hay expresiones intraducibles en su literalidad.
Qué experiencia tan enriquecedora, Juan Carlos. La intraducibilidad es frustrante e inquietante. Gracias por animarte a compartir.
Muy bueno, interesante, profundo y bien documentado. Con mi italiano como lengua materna, mi inglés como lengua de formación y mi español como lengua de trabajo y social me ha resultado muy enriquecedor. Trabajando en una empresa implantada en 140 países, el CEO estableció el "Bad English" como lengua oficial en la compañía; no hubo `problemas.
Aquí te dejo un "contra-artículo" de nuestro también leído Sergio Parra. A ver qué te parece.
https://open.substack.com/pub/sergioparra/p/la-lengua-no-dice-que-lo-piensas?r=3gzyml&utm_campaign=post&utm_medium=web
Lo he leído, gracias. No lo veo tanto como un “contra-artículo” porque en lo esencial estamos de acuerdo. Pero allí le he contestado.
https://sergioparra.substack.com/p/la-lengua-no-dice-que-lo-piensas/comment/166018902
Como lingüista, he alucinado con este artículo, Javier. Lo he leído varias veces, y he encontrado algo nuevo en lo que seguir indagando en cada ocasión. Gracias por tu generosidad en compartir tus reflexiones.
Este que planteas es uno de esos "misterios" que no sé si lograremos descifrar. ¿Decimos las cosas porque están alojadas en la realidad, o porque las convenimos social y culturalmente?
Desde mi ignorancia, creo que cada vez que hablamos entra en juego esa tensión, entre nuestra realidad y todo lo que nos hace quienes somos. Y aunque nombrar algo de un modo u otro abre o cierra posibilidades de pensamiento, también existen cosas que no podemos nombrar, de ahí la dificultad que tan bien describes en cualquier traducción.
¿Cómo podemos, por ejemplo, traducir todas las palabras que usan los inuit para describir la nieve, si no tenemos referencias de esa realidad en la nuestra?
Tal vez más allá de las disputas entre Crátilo y Hermógenes, entre Chomsky y Sapir-Whorf, lo importante sea recordar que cada lengua abre una puerta a un mundo propio. Cuidar esa diversidad lingüística, supone preservar la posibilidad de pensar de otra manera, algo que se vuelve aún más necesario ante la extinción lingüística y el avance de esta suerte de neorealidad donde todo parece ser nada y nada, nos dicen, es todo.
¿No será que en el equilibrio de cuidar y cuestionar nuestro lenguaje está, en última instancia, la forma más radical de preservar nuestra propia libertad? 🤷🏼♀️
Dice el lingüista Ken Hale que perder un idioma «es como dejar caer una bomba sobre el Louvre». De las 7000 lenguas que se hablan actualmente, la mitad no se están enseñando a los niños. Si nos preocupa que el 20 % de los mamíferos, el 11 % de las aves, el 5 % de los peces y el 10 % de la diversidad florística estén amenazados, no podemos ignorar que, como dices, el 50 % de los idiomas están en peligro de extinción. Como herramientas de interacción con el mundo físico, cada idioma es un repositorio de conocimiento y experiencia, una expresión única de la imaginación humana. Gran artículo, Javier.
Me ha fascinado este artículo, Javier. Da vértigo pensar que aquello que creemos íntimo y originario, nuestro pensamiento, está tan entrelazado con la lengua que lo hospeda. Es como descubrir que los cimientos de nuestra casa son también paredes y techo, y que lo que llamamos libertad de pensamiento se da siempre dentro de una arquitectura invisible.