Imprimir para crecer
El primer impacto comercial, legal y económico de la imprenta en Europa
Pocos dudan de que la imprenta constituye una de las claves de la singular transformación cultural y económica europea hacia la modernidad, y un factor determinante en su ascensión al trono mundial con la emergencia de la Revolución Industrial. Pero este impacto sucedería siglos después del invento de Gutenberg, por lo que también hay quienes observan una conexión muy débil, casi tectónica y en el larguísimo plazo, incluso hasta dudar de un efecto causal real, al menos no distinto que el que tuvo la invención de la rueda. Pero la imprenta no sólo arraigó particularmente en el favorable mercado europeo del siglo XV, sino que además activó su economía muy pronto de forma perceptible.
El fecundo mercado europeo
Alrededor de 1440, Gutenberg tenía un plan. Era un plan de negocio, pues imprimir textos con la eficiencia y el bajo coste que el artilugio proporcionaba permitiría penetrar y competir en el lucrativo negocio de los códices que llevaba más de un milenio imperando por las élites de Europa. Además del estatus social que confería adquirir un códice que valía tanto como la casa de un labriego y que convenía encadenar en las bibliotecas, existía una demanda relevante que había venido fraguándose a través del interés intelectual y doctrinal ejercido por la Iglesia, la creciente formación de las escuelas catedralicias y universidades tardomedievales, y la recuperación de los textos clásicos que estaban despertando el interés humanista1. Y Gutenberg quería hacerse con él.
Hasta la fecha, los escasos textos los venían produciendo los copistas amanuenses. Sólo una incipiente industria xilográfica comenzaba a florecer, procedente de China, en algunos rincones de Europa, como en Holanda. Este tipo de imprenta empleaba fundamentalmente tipos móviles (es decir, caracteres) de madera o incluso de cerámica, que eran tallados a mano e individualmente. Evidentemente, la innovación de Gutenberg con un fundido de aleación metálica y la invención de los moldes para fabricar los tipos en masa hizo que la imprenta barriera de un plumazo los manuscritos en poco tiempo:
De forma que los primeros impresores no pretendían ofrecer un producto nuevo, sino un sustitutivo mucho más económico. Los primeros incunables eran fundamentalmente imitaciones, empeñadas en ser fieles a los bellos códices medievales manuscritos. Con estas falsificaciones, la imprenta además ampliaba enormemente el mercado, al producir textos mucho más asequibles que podían alcanzar ahora a un público nuevo. Como ante toda innovación tecnológica, pronto surgieron focos de resistencia como los de los copistas que veían amenazado su medio tradicional de subsistencia2.
Hasta su invención, el mercado de libros era eminentemente de segunda mano. Con la aparición de la imprenta, comenzó a popularizarse el concepto de “libro nuevo” y, aunque sus precios fluctuaron, hacia finales de los años sesenta del siglo XV se hablaba de que la imprenta había reducido el precio de los libros casi un orden de magnitud3. Este precio siguió disminuyendo progresivamente en Europa, singularmente en las zonas de mayor asimilación que, no por casualidad, experimentaron mayores tasas de crecimiento económico, como la de los Países Bajos:
El negocio de la imprenta contaba en Europa con algunas ventajas diferenciales con respecto a otros mercados. Una de ellas fue el del alfabeto latino. Hacía más de tres milenios que su poderosa revolución había simplificado el acceso a la información. Y volvió a hacerlo al permitir la producción en masa de unos pocos tipos móviles que bastaban para escribir cualquier texto. Eso los abarató decisivamente. Siendo además el dominante en la mayor parte de Europa, el alfabeto latino permitió la fabricación de fuentes del mismo tipo, extendiendo su mercado por casi toda la superficie europea. Resultaba relativamente asequible para un pequeño empresario establecer una imprenta en cualquier centro urbano europeo relevante, mientras que en China se requería del respaldo y patrocinio del gobierno, no sólo por el control político centralizado sino también por los gravosos requisitos de financiación para atajar la producción de tipos para un alfabeto como el chino. Además, hacía tiempo que en Europa la escritura ligada había sido abandonada al sufrir las inclemencias del pergamino, muy duradero y caro, pero rugoso. Ello hizo que los tipos móviles ligeramente separados se acoplaran perfectamente a la producción mecánica de imitaciones.
Hay quienes quieren restarle protagonismo al invento europeo de Gutenberg. Afirman, de hecho, que en Corea hacía siglos que se había desarrollado una imprenta de tipos móviles metálicos. Sin embargo, este invento no arraigó, pues el alfabeto coreano era silábico (con combinaciones sensiblemente más complejas) y además se topó con un mercado adverso: no sólo el coste de inversión inicial era mucho más alto, sino que el retorno también resultaba mucho más esquivo, pues el mercado potencial era mucho más pequeño que el que dibujaba el escenario europeo. Porque la fragmentación política y competitiva en distintas monarquías y principados que diversificó las lenguas vernáculas por Europa no impidió que el latín se mantuviera como la lengua franca de las clases más cultivadas. Uno podía cruzar la frontera en cuanto un gobierno quisiera echarle el guante encima y ponerse a imprimir, pero la publicación se lanzaría a toda la población europea alfabetizada en el latín compartido.
En Europa, la principal demanda inicial se halló en el poder establecido (p. ej. la Iglesia) pero al no existir un monopolio centralizado de la tecnología, como en China, enseguida los emprendedores proliferaron para alimentar esta demanda y aumentarla. Porque además, este nuevo medio permitía que la calidad de la información mejorase pronto, pues aunque los primeros libros impresos no eran mejores que los manuscritos que imitaban, la multiplicación aumentó la comparación y el análisis, y ello trajo la corrección. Con la imprenta, el error humano del escribano era más fácilmente detectable y subsanable. Pronto, los libros impresos no solo eran más baratos sino también mejores.
Como la población tardomedieval era fundamentalmente analfabeta, el objetivo inicial fue el grupo más fuertemente alfabetizado: el clero. Aunque el impacto de la imprenta acabó siendo enormemente dañino para la autoridad de la Iglesia católica, Gutenberg y los impresores que le sucedieron hallaron en ella su primer y principal objetivo comercial. De hecho, a finales del siglo XV prácticamente la mitad de los libros impresos versaban sobre religión. La Iglesia contaba con los recursos económicos para financiar y adquirir los libros, con los recursos humanos alfabetizados para poder aprovecharlos, y con la necesidad de sus contenidos para promocionar sus enseñanzas y mensajes doctrinales. De hecho, antes de que la Reforma protestante copase sus producciones, uno de los primeros proyectos emprendidos por la imprenta de Gutenberg estaba destinado a promocionar uno de los detonantes de la propia Reforma: la impresión de miles de indulgencias para Roma.
Junto al clero, los monasterios y los conventos, otros grupos de consumidores europeos enseguida generaron una demanda que hizo que la imprenta proliferase: las universidades, bajo administración de la Iglesia, habían prosperado en Europa a partir de las escuelas carolingias, y contaban con una alta demanda de estudiantes de las artes liberales entre la emergente clase burguesa y la clase noble, dada la escasez de códices y su alto coste. Para mitigar esta escasez habían desarrollado alternativas como el de las pecias, secciones o cuadernos, en los que se dividía cada códice, para poder ser alquiladas para compartir o copiar. La imprenta salió al encuentro de estas necesidades y a las de otro grupos como las damas de la nobleza feudal; los abogados y médicos, cuyas disciplinas estaban excluidas de las artes liberales, pero que también enseñaba la universidad; y, desde luego, el resto de la enseñanza4.
Otro mercado fue pronto atacado por la imprenta: la divulgación de los descubrimientos geográficos que Europa, arrinconada en el extremo euroasiático, estaba trayendo con su impulso a la navegación. En la Era de los descubrimientos liderada inicialmente por portugueses y españoles, lo más importante de sus primeras expediciones no fueron tanto las especias o primeras bagatelas que trajeron bordeando África o con el inicial descubrimiento de América, sino la información sobre sus descubrimientos. Esta corrió como la pólvora difundida por la imprenta entre reyes, comerciantes, cartógrafos, exploradores, geógrafos, astrónomos, etc. Los nuevos productos y rutas pusieron en marcha un comercio que por primera vez se volvió mundial y aupó a Europa, gracias a la información difundida a través de la imprenta.
Con todo ello, la impresión de libros en Europa conoció un crecimiento enorme. Algunas potencias europeas destacaron singularmente en esta adopción y proliferación de información, como los Países Bajos e Inglaterra que, llegado el siglo XVII, de forma no casual mostrarían los mejores comportamientos en el desarrollo económico en un bucle de realimentación positiva: disponer de más riqueza facilitaba el consumo de libros; disponer de más libros permitía crear más riqueza.
La imprenta y el desarrollo comercial y legal
Europa ofreció, además, un escenario particularmente favorable para los proyectos de impresión cuyo retorno se antojaba lejano: su similitud con las empresas comerciales de larga distancia que habían surgido en Europa fue clave. Para sufragar estas, en Europa venían desarrollándose unos mecanismos financieros novedosos, orientados precisamente a sufragar los largos desplazamientos hasta las principales fuentes de la riqueza del planeta, en el extremo asiático, para retornar y comerciar con ellas en suelo europeo. En una de estas aventuras, a diferencia de los replegados chinos, los europeos se encontrarían con todo un nuevo continente.
Del mismo modo, los proyectos de impresión constituían una empresa arriesgada que precisaba de una base financiera relevante. El propio Gutenberg acabó arruinado precisamente por la dificultad financiera que entraña un proyecto de impresión, cuyas ventas reportan beneficio mucho tiempo después de la inversión inicial. Los préstamos realizados sobre los mostradores de madera conocidos por los franceses como banques, o por los italianos como banchieri, y que dieron nombre a nuestros actuales bancos, favorecieron tanto los largos viajes por mar como los arriesgados proyectos literarios.
La difusión de la imprenta devolvió el favor. Pronto hizo aflorar mecanismos que mejoraban la información disponible para el comercio y que es esencial para los imperios: por ejemplo, captando y estructurando datos de forma ordenada, como con los formularios impresos. Estos formularios fueron claves en la emergente burocracia europea, permitiendo uniformizar la captación de datos y ser interpretables por muchas más personas, aunque no tuvieran un nivel de alfabetización suficiente. Ello permitió potenciar y desarrollar aún más la contabilidad de las sociedades mercantiles, volviéndolas más eficientes y productivas, y la de las haciendas públicas.
La administración y la contabilidad modernas surgieron de hecho como consecuencia de la revolución de la imprenta. Tras la publicación de sus fundamentos iniciales entre sus primeros incunables5, la divulgación de manuales comerciales mejoró la formación de los comerciantes, incrementando su reconocimiento social y su competitividad.
Sin embargo, como avala el último premio Nobel de economía, ninguna actividad económica prospera sin un marco legal e institucional que la haga confiable. Y la imprenta jugó un papel determinante en la consolidación de un aparato legal mucho más fiable y sólido que el que hasta entonces había podido elaborarse a través de la escritura manual. Los contratos exigibles y los derechos de propiedad solo llegaron a ser masivamente aceptados cuando la difusión de textos legalistas permitió ampliar la formación de los profesionales del derecho, abriendo las puertas de una disciplina altamente abstracta que se volvió mucho más accesible para el lego alfabetizado.
La confianza en la jurisprudencia que la escritura había logrado se vio enormemente ampliada cuando la imprenta posibilitó el registro masivo de litigios y decisiones judiciales. Frente a los errores de los casos manuscritos, la imprenta permitió estandarizar de forma económica los casos legales, habilitando el contraste y la corrección. Así, legitimó la objetividad legal y la solidez del Estado de derecho, desplazando la fragilidad de las notas manuscritas y la memoria de jueces y depositarios. Esto reforzó la confiabilidad en la resolución de disputas a través de los tribunales estatales que aumentaron la eficiencia y la racionalidad de sus sentencias, sin tener que recurrir tanto a las costumbres socialmente contingentes propias de sociedades orales y de escribas plagadas en muchas ocasiones de arbitrariedades informales.
En sentido contrario, esta vez fue el derecho el que devolvió el favor a la imprenta: el derecho de propiedad corrió al auxilio de estos bienes tan etéreos como son los libros impresos de forma masiva. La imprenta fue probablemente el primer proceso de producción en masa, por lo que la reproducción de contenidos desafiaba a editores y autores. Las patentes concedidas a los impresores trataban de compensar el riesgo de que su proyecto de alto coste pudiera diluirse como un azucarillo en cuanto alguien comenzase a copiar sus libros.
Así, el progresivo reconocimiento legal fue aumentando el valor inmaterial de la información. Sobre el importante coste de la encuadernación, la tinta, el trabajo de impresión o el propio papel6, los autores y editores eran ante todo dueños legítimos de la información contenida en los libros. La elucubración jurídica tuvo que desarrollar ficciones legales que dieran cobertura a la posibilidad de patentar invenciones y propiedades literarias. El prestigio y el reconocimiento del inventor solo fueron esclareciéndose cuando la imprenta trajo consigo la necesidad de regular los derechos de propiedad intelectual con nociones como la de plagio. Y bien sabemos que las patentes, iniciadas en el incipiente capitalismo italiano, fueron clave en el desarrollo tecnológico de la Revolución Industrial.
La imprenta y el desarrollo económico urbano
A largo plazo es hoy innegable que la imprenta fue determinante para el crecimiento económico de los europeos y del mundo occidental. De forma simplificada, por lo que supuso para la explosión científico-técnica que dio lugar a la Revolución Industrial: la acumulación de información sirvió para facilitar a la larga la del conocimiento, y para estimular el debate ideológico que sirviera para conectar la ciencia, la técnica y el emprendimiento comercial. Pero también porque acumular información favorece la formación de capital humano, clave en el crecimiento económico.
Sin embargo, a corto plazo, los economistas no encontraron durante mucho tiempo evidencias directas de que la irrupción de las primeras imprentas se asociara con aumentos en la productividad en el nivel macroeconómico de las regiones que más la adoptaron a través de distintos indicadores indirectos (productividad agregada, ingreso per cápita…). De hecho, algunos creyeron haber llegado a la conclusión de que el impacto de la imprenta fue limitado.
No obstante, hace unos años, un fantástico trabajo de J. E. Dittmar encontró evidencias del impacto positivo de la imprenta si se observa el comportamiento que a nivel urbano tuvo la economía entre aquellas ciudades que fueron dinamizadas por la imprenta y aquellas que no. Así, analizando datos a nivel de ciudad sobre la difusión y adopción de la imprenta, se ha corroborado el impacto positivo de esta nueva tecnología de la información en el desarrollo urbano y el crecimiento económico: Las ciudades que adoptaron la imprenta a finales de 1400 no disfrutaron de ventajas de crecimiento antes de la adopción, pero crecieron al menos 20 puntos porcentuales, y hasta 78 puntos porcentuales más que ciudades similares que no lo hicieron durante el período 1500-1600. Estas estimaciones implican que el impacto de la impresión representó entre el 18% y el 68% del crecimiento de las ciudades europeas entre 1500 y 1600.
No es casual que los resultados sean más sólidos y significativos cuando se restringe el análisis a ciudades con acceso a puertos, lo que demuestra cuantitativamente cómo una circulación constante de ideas, mercancías, personas y materiales impresos son fundamentales para el crecimiento económico y la innovación. De hecho, entre 1500 y 1800, las ciudades europeas fueron semilleros de ideas, actividades y grupos sociales que actuaron como auténticos atractores de conocimiento y dinamismo económico y que lanzaron el crecimiento económico capitalista. Estos hallazgos, por tanto, ya sugieren que la imprenta como tecnología de la información tuvo efectos muy sustanciales desde el principio en la historia económica europea, difundiéndose rápidamente en las primeras décadas tras su aparición:
Gracias por leerme.
Debe matizarse que, en ocasiones, se ha exagerado la demanda inicial del Humanismo renacentista. Como al principio se imprimieron ante todo imitaciones, no se prodigaron copias de los grandes clásicos que estaban en manos privadas. Sin embargo, es cierto que, a la larga, la expansión de las imprentas explotase este potencial interés por los contenidos clásicos, lo que afectaría a la ideología europea de forma poderosa.
El gremio de los escribanos de París consiguió impedir la entrada de la primera imprenta en la ciudad durante casi veinte años.
Algunas estimaciones apuntan a que su precio se redujo en dos tercios y otras han llegado a estimar esta reducción hasta un 80%.
Además de la mitad dedicada a la producción religiosa, algunos estudios estiman que las leyes, la ciencia y otros contenidos didácticos alcanzaban un 8%-10% cada uno, completándose con literatura general.
La Summa de arithmetica, geometria, proporcioni et proporcionalità (1494) del florentino Luca Pacioli es ampliamente reconocida como la primera obra impresa sobre contabilidad de partida doble que la imprenta halló entre sus incunables. De hecho, los primeros libros de matemáticas impresos en Europa se conocieron como “aritmética comercial”, destinados a una floreciente clase de comerciantes.
La crisis del siglo XIV que azotó especialmente a Europa, favoreció el derrumbe del precio del papel, lo que sería una ventaja para la acogida de la imprenta en el siglo XV. Sin embargo, el papel todavía representaba alrededor de un 50% del coste de los primeros libros impresos.
Espectacular artículo. Le atribuyen a Gutenberg esa frase de que la imprenta es el mayor regalo De Dios al hombre. No sé si lo fue, pero desde luego cambió tantas cosas… a tu análisis, delicioso y completo, añado algo más de mi ámbito: la miniaturización del dispositivo. Igual que pasó después con el transistor o con el computador, miniaturizar el dispositivo (de libros “de mesa” a libros “de mano”) trajo formatos, audiencias y contextos nuevos. McLuhan lo cuenta de una forma muy chula, diciendo que el libro pasó de lecturas comunitarias en voz alta a lecturas íntimas en silencio, como conversaciones privadas entre escritor y lector. En su terminología: de dispositivo de inspiración a dispositivo de conspiración (igual que los que menciono antes). Al final, como siempre, el medio es el mensaje :)
Mil gracias.
Que maravilla de post. Pienso que los efectos económicos de la imprenta no fueron perceptibles en el corto plazo por restricciones propias de la época, como por ejemplo impedimentos en su adopción por parte de los gremios. Otras variables que podían influir era la estructura económica de las sociedades feudales, sustentadas en la agricultura. Por eso, tiene sentido que en las ciudades con puertos como comentas, zonas donde el comercio no solo favorece el intercambio de bienes, sino también de ideas y de información, lugares donde se daban unas circunstancias favorables con unas clases como la burguesía con incentivos a diseminar y compartir dicha información, hayan sido las que más notasen los efectos positivos de la imprenta. Además, es posible que sea difícil estudiar empíricamente sus efectos, pues la imprenta fue muy destacada en la mejora del capital humano, por lo que su forma de estudiar dicha correlación en el crecimiento económico será de una forma más indirecta.
Lo dicho, un artículo muy interesante. Y agradecerte enormemente la mención a mi artículo sobre los premios Nobel. Un saludo.