Discusión sobre este post

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Avatar de Ménez

Brillante escrito. Aunque tarde, me gustaría unirme al debate al que da pie tu artículo. Como conoces, en mis artículos suelo abordar temas parecidos. Siguiendo la idea principal de tu post, me gustaría hacer 3 apreciaciones personales.

En primer lugar, comparto la preocupación con la salud de la democracia, que en mi opinión se ve amenazada por ambos lados del tablero. Creo que la tecnología puede traer mejorías significativas en los sistemas democráticos. Sin embargo, no me preocupa tanto el quién lo financiará, pues creo que ciertas mejoras son relativamente baratas e irán a cargo del contribuyente. Me preocupa más la capacidad del sector público para aplicarlas. Tenemos a día de hoy en España sectores infradotados digitalmente, como por ejemplo la Administración de justicia. Un área en concreto que es vital, pues el correcto funcionamiento del poder judicial se torna imprescindible para depurar los abusos y engaños de forma imparcial sin importar el quién. Esta infradotación de medios lastra la labor de la Justicia, causando una mayor lentitud, una sensación de indefensión y en muchas ocasiones el sentimiento de que se llega tarde a resolver los problemas. Esto hace más vulnerable a los juzgados y tribunales a la crítica partidista. Si el sistema público es lento en aplicar estas medidas que ya están al alcance de nuestra mano, ¿podemos esperar que se aplique un sistema digital democrático a salvo de manipulaciones que llegue a todos los rincones del país? Además, su coste/beneficio en áreas urbanas sería relativamente bajo, pero ¿y en pueblos de la España vaciada?

En segundo lugar, para mi es más importante (justo como planteas al comienzo) las corrientes culturales que están detrás de esta desafección. Creo que en los últimos años han triunfado posiciones dentro de las sociedad abiertas que atacan los valores fundamentales en los que se sustenta el proyecto democrático. El triunfo del sentimentalismo como verdad, la ofensa como arma política y la cancelación como forma de silenciamiento ante la libertad de expresión. Hemos pensado que todo es político y por tanto se puede decidir sobre todos los aspectos que atañen al individuo en el espacio público, que todas las relaciones se explican en función de estructuras de poder y opresión, y hemos abrazado todo tipo de teorías conspiratorias para evitar los hilos ocultos de una supuesta élite que controla el mundo. En la era de la información, las personas parecen haber abrazado posicionamientos más irracionales. Por lo tanto, tengo cierto pesimismo respecto al uso de la IA en democracia. No creo que solucione nada, hasta que seamos capaces de asumir que ciertos valores, ciertos derechos son indispensables en el contrato social. Aunque ciertas ideas, al estar alineados con nuestra propia visión del mundo, son difícilmente erradicables.

Y en tercer lugar, una mayor participación política, aunque deseable, no evita que se sigan dando los problemas que comentamos. Si el votante es irracional, y por lo tanto comete errores sistemáticos al evaluar las posibles políticas públicas, una mayor afluencia de votantes no empujará dichas decisiones hacia el centro, sino que legitimarán aun más ese posicionamiento irracional. Nadie nos asegura que porque votemos más, decidamos mejor. ¿Solución? Fundamentalmente la educación, que evite caer en esos errores sistemáticos y aprovechar la información a nuestro alcance para tomar las mejores decisiones. También reevaluar los incentivos, de forma que atraigamos a los mejores a los cargos públicos de importancia. Aunque sin caer en el embrujo platónico de que deben gobernar los mejores. Siempre que una élite ha asumido el poder con la legitimidad moral de que son ellos los más capacitados y el resto, miopes e ignorantes, el pueblo ha sufrido. No caigamos en la fatal arrogancia.

Un texto que sin duda es para debatir largo y tendido, gracias y siento ciertas simplificaciones a las que me he visto obligado.

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Avatar de Javier Sánchez

Me ha parecido muy interesante tu análisis, especialmente en lo que respecta a los riesgos de una democracia directa mediada por tecnología. Sin embargo, creo que el modelo suizo podría ofrecer un contrapunto útil. Su experiencia demuestra que la participación directa puede ser compatible con la deliberación pausada y el debate informado, siempre que esté bien diseñada. Herramientas como la inteligencia artificial podrían ayudarnos a replicar esto en entornos digitales, moderando debates o combatiendo la desinformación.

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