Muy bueno e ilustrativo. El problema de estos dos extremos es algo que tu mencionas a menudo: la complejidad. Es fácil saber la función directa de algo, pero hay muchas cosas que tienen un montón de funciones indirectas que no son visibles a primera vista y que pueden obviarse a la hora de intervenir. Es interesante el caso de la valla, …
Muy bueno e ilustrativo. El problema de estos dos extremos es algo que tu mencionas a menudo: la complejidad. Es fácil saber la función directa de algo, pero hay muchas cosas que tienen un montón de funciones indirectas que no son visibles a primera vista y que pueden obviarse a la hora de intervenir. Es interesante el caso de la valla, puesto que normas, símbolos y creencias tienen una función social que engarza muchas conductas que, viendo sólo el contenido semántico y de verdad de las mismas, no se alcanza a ver, igual que el pozo. Es como el nacionalismo: ha traído barbaridades, pero si no existe una identificación social fuerte, especialmente entre la clase política, difícilmente esta tenga un compromiso a largo plazo más allá del interés personal. El ejemplo de los plátanos es cojonudo, pues tanto la conducta de los monos como la transmisión del supuesto experimento ejemplifican lo mismo; pero lo mismo vale para no tocar un enchufe (no conozco a nadie que se haya electrocutado) o no beber lejía.
Sin embargo, creo que el conservadurismo y la conformidad rígida (a menudo criticadas como mediocridades, como hacía José Ingenieros) son más fundamentales, pues para que exista reforma e innovación (suponiendo que sea a mejor) debe persistir una sociedad funcional. Siempre se conserva muchísimo más de lo que se destruye y de lo nuevo que se crea. En muchas ocasiones, barnizamos de muy reformista lo que suele ser una reforma pequeña, cuasi inane, sobre todo si atendemos al vivir cotidiano de las personas. Ejemplos de grandes reformas que rompan bastante el vivir de grandes poblaciones se me ocurren: privatización de la tierra en Inglaterra; urbanización masiva; cambio de agricultura a otros trabajos; cambios tecnológicos "tochos"; grandes infraestructuras...
También decir que los términos conservador y progresista se suelen usar ideológica y/o valorativamente, y no técnicamente o de forma neutra. Un conservador es aquel que quiere mantener algo que ya existe, y un progresista el que quiere modificarlo. Por ende, el progresista de ayer suele ser el conservador de hoy. Y se quiere conservar o innovar en algo, no en totalidades; cosa que muestra cuan precario y estéril es el uso que solemos dar a esos términos.
Muy bueno e ilustrativo. El problema de estos dos extremos es algo que tu mencionas a menudo: la complejidad. Es fácil saber la función directa de algo, pero hay muchas cosas que tienen un montón de funciones indirectas que no son visibles a primera vista y que pueden obviarse a la hora de intervenir. Es interesante el caso de la valla, puesto que normas, símbolos y creencias tienen una función social que engarza muchas conductas que, viendo sólo el contenido semántico y de verdad de las mismas, no se alcanza a ver, igual que el pozo. Es como el nacionalismo: ha traído barbaridades, pero si no existe una identificación social fuerte, especialmente entre la clase política, difícilmente esta tenga un compromiso a largo plazo más allá del interés personal. El ejemplo de los plátanos es cojonudo, pues tanto la conducta de los monos como la transmisión del supuesto experimento ejemplifican lo mismo; pero lo mismo vale para no tocar un enchufe (no conozco a nadie que se haya electrocutado) o no beber lejía.
Sin embargo, creo que el conservadurismo y la conformidad rígida (a menudo criticadas como mediocridades, como hacía José Ingenieros) son más fundamentales, pues para que exista reforma e innovación (suponiendo que sea a mejor) debe persistir una sociedad funcional. Siempre se conserva muchísimo más de lo que se destruye y de lo nuevo que se crea. En muchas ocasiones, barnizamos de muy reformista lo que suele ser una reforma pequeña, cuasi inane, sobre todo si atendemos al vivir cotidiano de las personas. Ejemplos de grandes reformas que rompan bastante el vivir de grandes poblaciones se me ocurren: privatización de la tierra en Inglaterra; urbanización masiva; cambio de agricultura a otros trabajos; cambios tecnológicos "tochos"; grandes infraestructuras...
También decir que los términos conservador y progresista se suelen usar ideológica y/o valorativamente, y no técnicamente o de forma neutra. Un conservador es aquel que quiere mantener algo que ya existe, y un progresista el que quiere modificarlo. Por ende, el progresista de ayer suele ser el conservador de hoy. Y se quiere conservar o innovar en algo, no en totalidades; cosa que muestra cuan precario y estéril es el uso que solemos dar a esos términos.
Muy fino tu comentario. Muy de acuerdo. Muchas gracias.