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2dEditado

Muy interesante e ilustrativo. Esa tensión seguramente necesaria, ese sendero entre romper y retener, es un camino estrecho. Un camino donde tienen más peso quizás nuestras creencias, nuestra propia forma de ver el mundo, que aquello que empíricamente podemos evaluar.

Si me gustaría hacer cierto inciso. Si fuésemos nosotros los monos, en cierto momento, olvidaríamos el porqué de su norma. Parece que a veces, las personas parecemos olvidar aquello que históricamente ha tenido un significado, por no detenernos a cuestionar la valía de las normas e instituciones que rigen nuestra vida social. Quizás los monos son más listos que nosotros y evitan, no como la humanidad, tropezar 2 veces en la misma piedra.

Enhorabuena por el artículo.

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Patrick L. Humphrey – Serenity Prayer

Lord, give me the courage to change what I can,

the wisdom to accept that which I cannot change,

and the heavy artillery to make up the difference.

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"La humanidad avanza porque cuestiona; pero también avanza porque respeta."

Añado esta frase a mí elenco de ideas top en mi Obsidian. Gran artículo, como siempre.

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Como en el ejemplo de los plátanos, el popular experimento de la rana en agua hirviendo nunca fue tal. Ilustra muy bien la enseñanza de que los cambios graduales pueden pasar desapercibidos -con el peligro que ello conlleva- , pero ni fue puesto en práctica en ningún laboratorio ni tiene respaldo experimental. La ciencia parece un buen recurso para sostener casi cualquier argumento.

Muy interesante tu texto, como siempre, Javier.

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Lo desconocía, pero tenía toda la pinta… Gracias, Marta.

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Encuentro una conexión muy íntima entre tu texto y los debates en torno a la arquitectura tradicional.

La arquitectura surgió como herramienta para habitar la naturaleza. Con el tiempo, la inteligencia colectiva permitió perfeccionar las construcciones, ya que cada generación trataba de mejorar a la anterior. La arquitectura que sobrevivía era la que mejor se adaptaba tanto al entorno físico (clima, geografía, biodiversidad, recursos naturales, etc.) como al entorno social (formas de vida, conocimiento local, tradiciones, símbolos, mitos, creencias).

Este conocimiento ancestral progresó entrelazando formas y materiales con cultura y hábitos. La arquitectura evolucionó gracias a los pequeños errores de los que los humanos íbamos aprendiendo. Como dice Taleb, lo que era frágil no ha sobrevivido porque ha tenido ya muchas oportunidades de romperse o fallar.

Por lo tanto, la arquitectura tradicional que ha llegado hasta nuestros días es el resultado de un largo diálogo entre los componentes físicos y sociales del entorno. Una arquitectura antifrágil que ha mejorado gracias al paso del tiempo, la volatilidad y la incertidumbre.

En arquitectura, como en cualquier otro ámbito, la oportunidad radica en ser lo suficientemente humildes para valorar los beneficios de lo antiguo y lo suficientemente audaces para cuestionar sus límites.

Enhorabuena por el artículo, Javier.

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Cualquier arte y cualquier técnica son deudoras desafiantes de su historia. No es diferente la arquitectura. Genial la conexión, gracias.

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Por eso el término "progresista" es tan inadecuado en estos momentos. Como dice @calda956208, en realidad ahora mismo los términos están algo invertidos (aunque los revolucionarios de ahora, en el fondo, quieren regresar al pasado, pero a otro 😃.

La sociedad a veces progresa a saltos, y otras con lentitud. A veces es necesario romper, otras evolucionar. Ir hacia atrás, sin embargo, es imposible.

Quizá, como comentas, estamos adaptados para el inmovilismo, que es una fuente de cohesión social. Te dejo un vídeo divertido, que seguramente conozcas, que no deja de ser una variante de la historia de los monos. Pero no en modo de coerción, sino de seguidismo. Algo parecido está ocurriendo ahora con la normalización de ciertas cosas que, en realidad, son un poco de locos. O las rechazamos de plano, o, increíblemente, las asumimos.

Gran artículo como siempre.

https://youtu.be/5hYdlXNuA1I?si=zLe2IcfiNHXBjCo5

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Genial. A mis alumnos les pongo este:

https://youtu.be/aaAqNXsW9A4?si=oku57xWTyDcTQBGD

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3dEditado

Por esos progresistas que quieren "regresar" (y nunca se puede regresar; en todo caso puede aplicarse algo pasado al contexto de hoy) es importante el matiz que hacía: se quiere mantener o cambiar x cosa, no totalidades o paquetes ideológicos (peor aún si se idealiza el pasado). Siempre de un modo pragmático y contextual, siendo rígido con la finalidad pero siendo flexible en los medios, y enfatizando que toda medida debe ser falible y revisable en base a sus efectos. Una forma de hacer esto es ver que se hace en otros lugares (p.ej. la estrategia a largo plazo en muchos ámbitos del Estado marroquí, muy bien pensada y ejecutada de momento). El problema es la simplificación, los falsos dilemas y los extremismos, que es cómo suelen presentarse estas cosas.

También es importante que los dirigentes, los cuerpos estatales y los sectores culturales importantes en estas materias tengan claras cuales son las finalidades, aunque luego manden mensajes distintos a la población. En nuestro caso, creo que la finalidad no puede ser el crecimiento, sino minimizar los daños y volvernos funcionales como Estado. No obstante, no veo cómo carajo podría acontecer esto, y no creo que vaya a suceder.

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Gracias por la mención amigo. Me has inspirado para escribir sobre mas “efectos” que suceden en las organizaciones.

Excelente reflexión como siempre!

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Muy bueno e ilustrativo. El problema de estos dos extremos es algo que tu mencionas a menudo: la complejidad. Es fácil saber la función directa de algo, pero hay muchas cosas que tienen un montón de funciones indirectas que no son visibles a primera vista y que pueden obviarse a la hora de intervenir. Es interesante el caso de la valla, puesto que normas, símbolos y creencias tienen una función social que engarza muchas conductas que, viendo sólo el contenido semántico y de verdad de las mismas, no se alcanza a ver, igual que el pozo. Es como el nacionalismo: ha traído barbaridades, pero si no existe una identificación social fuerte, especialmente entre la clase política, difícilmente esta tenga un compromiso a largo plazo más allá del interés personal. El ejemplo de los plátanos es cojonudo, pues tanto la conducta de los monos como la transmisión del supuesto experimento ejemplifican lo mismo; pero lo mismo vale para no tocar un enchufe (no conozco a nadie que se haya electrocutado) o no beber lejía.

Sin embargo, creo que el conservadurismo y la conformidad rígida (a menudo criticadas como mediocridades, como hacía José Ingenieros) son más fundamentales, pues para que exista reforma e innovación (suponiendo que sea a mejor) debe persistir una sociedad funcional. Siempre se conserva muchísimo más de lo que se destruye y de lo nuevo que se crea. En muchas ocasiones, barnizamos de muy reformista lo que suele ser una reforma pequeña, cuasi inane, sobre todo si atendemos al vivir cotidiano de las personas. Ejemplos de grandes reformas que rompan bastante el vivir de grandes poblaciones se me ocurren: privatización de la tierra en Inglaterra; urbanización masiva; cambio de agricultura a otros trabajos; cambios tecnológicos "tochos"; grandes infraestructuras...

También decir que los términos conservador y progresista se suelen usar ideológica y/o valorativamente, y no técnicamente o de forma neutra. Un conservador es aquel que quiere mantener algo que ya existe, y un progresista el que quiere modificarlo. Por ende, el progresista de ayer suele ser el conservador de hoy. Y se quiere conservar o innovar en algo, no en totalidades; cosa que muestra cuan precario y estéril es el uso que solemos dar a esos términos.

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Muy fino tu comentario. Muy de acuerdo. Muchas gracias.

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Enhorabuena por el texto !

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Estupenda reflexión. Lo que cuentas me ha recordado una novela italiana “Las ocho montañas”, protagonizada por dos amigos que se reencuentran: el que se marchó y el que se quedó , dos posturas vitales necesarias y complementarias. Esa tensión entre tradición y modernidad es muy potente en la Historia de la Literatura. Tanto como la tensión entre literatura comprometida y pura. Me encanta tu mención a El conde Lucanor, también Cervantes aportó su genial versión en El retablo de las maravillas, añadiendo su crítica a la limpieza de sangre (tradicional y moderno a la vez). ¡Un gusto leerte, Javier!

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Qué fantásticas referencias, Carmen. Sería genial que te dejaras caer por aquí más a menudo. Seguro que tendrías mucho que aportar.

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Muy bueno!! Y super interesante lo que explicas, también complejo, cierto. La plegaria final es para tenerla en un cuaderno y leerla unas cuantas veces al dia

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