Como apasionado de la literatura, confieso que me encanta ver (o entrever) esas conexiones que se establecen entre el arte y la vida, entre la obra pensada y la realidad experimentada. En este caso, cada una de esas esculturas no solo «representa» algo, sino que «narra» una historia: no podemos quedarnos simplemente con la exégesis histórica, sino que se pueda palpar ese aliento en cada golpe de cincel, como tú bien muestras en el texto.
Creo que el arte tiene esa capacidad sobrehumana de ir más allá de sí mismo, de trascender su propia literalidad para brindarnos una miríada de interpretaciones, de reflexiones, de pensamientos, y el prodigioso talento de los escultores a los que repasas es solo la punta del iceberg.
Has hecho que redescubra estas esculturas con una mirada distinta, más profunda, y he recordado, contemplándolas de nuevo, lo sublime que puede llegar a ser el ser humano, y una simple piedra.
Recuerdo quedarme absorto mirando La Piedad en aquel viaje de cuarto curso de la ESO a Italia. Creo que es el primer recuerdo que tengo de hallar esa sublimación de la que solo es capaz el arte.
Era imposible darle cabida a todas las maravillas que hay por ahí, y si he pecado de eurocéntrico, ¡imagínate si además meto tres de Miguel Ángel! ;)
La Piedad es fantástica. Sobrecogedora. Pero cada vez más creo que, como decía Emi, todo se disfruta más con un relato. No es lo mismo contemplarla "a palo seco" que contextualizada en su momento histórico, en el ambiente del lugar, en la historia del autor, en el planteamiento del personaje... Cuando uno tiene la fortuna de contar con alguien que ha estudiado todo eso y que acompaña la contemplación de la obra de arte, el alma puede volar.
Gracias, ya me contarás qué quiere decir esta selección.
Y, resumen, podríamos decir algo como: Qué tiene la piedra que, tras el golpe del cincel, capta lo inefable: fuerza, miedo, éxtasis y pensamiento. Desde Fidias hasta Rodin, el genio humano transfigura su dureza impenetrable en testimonios de la belleza ideal, el estremecimiento ante lo divino y la calma inquieta de la reflexión. Esculturas como la Victoria de Samotracia o el Moisés de Miguel Ángel muestran cómo la piedra, rota o majestuosa, logra transmitir la esencia de lo humano, mientras Bernini y Queirolo llevan su capacidad a límites insospechados, revelando la metamorfosis, el desengaño y el amor eterno que desafía a la muerte.
Mientras leía no me quitaba esta idea de la cabeza, que no consigo recordar dónde la he escuchado o leído, de que la vida misma es una especie de cincel y nosotros, como la piedra, acabamos expresando una forma u otra, con todas sus sutilezas y complejidades.
Has traído prácticamente todas las esculturas que me han fascinado a lo largo de mi vida., precisamente por esa viveza que transmiten a pesar de estar hechas en piedra.
La red de Queirolo, como sacada de un puerto; la tela del Sanmartino, como si lograra ser transparente; esos dedos apretando el muslo de Bernini... y la imponencia de la Victoria de Samotracia, por lo bien hecha que esta y por lo bien situada que está en el Louvre.
Te superas a ti mismo con cada texto, Javier… 👏🏻
Como apasionado de la literatura, confieso que me encanta ver (o entrever) esas conexiones que se establecen entre el arte y la vida, entre la obra pensada y la realidad experimentada. En este caso, cada una de esas esculturas no solo «representa» algo, sino que «narra» una historia: no podemos quedarnos simplemente con la exégesis histórica, sino que se pueda palpar ese aliento en cada golpe de cincel, como tú bien muestras en el texto.
Creo que el arte tiene esa capacidad sobrehumana de ir más allá de sí mismo, de trascender su propia literalidad para brindarnos una miríada de interpretaciones, de reflexiones, de pensamientos, y el prodigioso talento de los escultores a los que repasas es solo la punta del iceberg.
Un saludo.
Has hecho que redescubra estas esculturas con una mirada distinta, más profunda, y he recordado, contemplándolas de nuevo, lo sublime que puede llegar a ser el ser humano, y una simple piedra.
Muchas gracias por tu texto Javier.
Cuánto me alegro, Marta. Gracias por compartirlo.
Recuerdo quedarme absorto mirando La Piedad en aquel viaje de cuarto curso de la ESO a Italia. Creo que es el primer recuerdo que tengo de hallar esa sublimación de la que solo es capaz el arte.
Era imposible darle cabida a todas las maravillas que hay por ahí, y si he pecado de eurocéntrico, ¡imagínate si además meto tres de Miguel Ángel! ;)
La Piedad es fantástica. Sobrecogedora. Pero cada vez más creo que, como decía Emi, todo se disfruta más con un relato. No es lo mismo contemplarla "a palo seco" que contextualizada en su momento histórico, en el ambiente del lugar, en la historia del autor, en el planteamiento del personaje... Cuando uno tiene la fortuna de contar con alguien que ha estudiado todo eso y que acompaña la contemplación de la obra de arte, el alma puede volar.
Gracias por comentar.
Hola, queremos seleccionar este artículo como envidiable en breve. Con un resumen. Tienes uno?
Gracias, ya me contarás qué quiere decir esta selección.
Y, resumen, podríamos decir algo como: Qué tiene la piedra que, tras el golpe del cincel, capta lo inefable: fuerza, miedo, éxtasis y pensamiento. Desde Fidias hasta Rodin, el genio humano transfigura su dureza impenetrable en testimonios de la belleza ideal, el estremecimiento ante lo divino y la calma inquieta de la reflexión. Esculturas como la Victoria de Samotracia o el Moisés de Miguel Ángel muestran cómo la piedra, rota o majestuosa, logra transmitir la esencia de lo humano, mientras Bernini y Queirolo llevan su capacidad a límites insospechados, revelando la metamorfosis, el desengaño y el amor eterno que desafía a la muerte.
Precioso texto Javier, quedará escrito "en piedra" 😉
¡Sublime!
Mientras leía no me quitaba esta idea de la cabeza, que no consigo recordar dónde la he escuchado o leído, de que la vida misma es una especie de cincel y nosotros, como la piedra, acabamos expresando una forma u otra, con todas sus sutilezas y complejidades.
Gracias Javier.
Brillante, Javier, he disfrutado mucho con el enfoque de tu ingeniería de letras. Te sigo leyendo.
Me alegro mucho, Ramón. Gracias.
Has traído prácticamente todas las esculturas que me han fascinado a lo largo de mi vida., precisamente por esa viveza que transmiten a pesar de estar hechas en piedra.
La red de Queirolo, como sacada de un puerto; la tela del Sanmartino, como si lograra ser transparente; esos dedos apretando el muslo de Bernini... y la imponencia de la Victoria de Samotracia, por lo bien hecha que esta y por lo bien situada que está en el Louvre.
Y gran texto para acompañarlo ;)