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Avatar de Daniel Flichtentrei

Lo que se espera de nosotros (Por Ted Chiang)

Esto es un aviso. Por favor, lean atentamente.

A estas alturas, probablemente ya ha visto un Pronostic; para cuando lean esto se habrán vendido millones. Para quienes no hayan visto ninguno, se trata de un aparatito, como un control remoto para abrir el coche. Consta únicamente de un botón y un gran led verde. Si aprietas el botón, la luz destella. Para ser exactos, la luz destella un segundo antes de que aprietes el botón.

La mayoría de la gente dice que la primera vez que lo prueba es como si estuvieses jugando a un extraño juego, un juego en que el objetivo es apretar el botón después de ver el destello, y al que es fácil jugar. Pero cuando intentas romper las normas descubres que no puedes. Si intentas apretar el botón sin haber visto el destello, aparece el destello de inmediato, y por muy rápido que actúes, jamás aprietas el botón hasta pasado un segundo. Si te esperas al destello con la intención de no llegar a apretar el botón, el destello nunca aparece. Hagas lo que hagas, la luz siempre precede al accionamiento del botón. No hay manera de engañar a un Pronostic.

El corazón de cada Pronostic consiste en un circuito con un retraso negativo del tiempo; envía una señal atrás en el tiempo. Las repercusiones globales de esta tecnología quedarán claras más adelante, cuando se consigan retrasos negativos de más de un segundo, pero ése no es el objetivo de este aviso. El problema inmediato es que los Pronostic demuestran que no existe el libre albedrío.

Siempre han existido argumentos que demostraban que el libre albedrío es una ilusión, algunos basados en la estricta física, otros basados en la pura lógica. La mayoría de la gente conviene en que estos argumentos son irrefutables, pero nadie acepta realmente la conclusión. La experiencia de poseer libre albedrío es demasiado potente como para que un argumento la desautorice.

Generalmente, una persona juega con un Pronostic de manera compulsiva durante varios días, se lo enseña a sus amigos, prueba distintas estratagemas para burlar el aparato. Puede parecer que la persona pierde interés en ello, pero nadie es capaz de olvidar lo que significa; a lo largo de las semanas siguientes las implicaciones de un futuro inmutable van calando. Algunas personas, al darse cuenta de que sus elecciones no importan, dejan de tomar decisiones por completo. Como una legión de Bartlebys, dejan de participar en la acción espontánea. Finalmente, una tercera parte de los que juegan con un Pronostic tienen que ser hospitalizados porque dejan de comer. El estado final es de mutismo acinético, una especie de coma en plena vigilia. Siguen los objetos en movimiento con la mirada y cambian de posición ocasionalmente, pero nada más. Se conserva la motricidad, pero la motivación ha desaparecido.

Antes de que la gente comenzara a jugar con Pronostic, el mutismo acinético era muy raro, resultado de daños en la región anterior cingulada del cerebro. Ahora se propaga como una plaga cognitiva. La gente solía especular con un pensamiento que destruye al pensante, una especie de horror lovecraftiano inefable, o un teorema de Gödel que aplasta el sistema lógico humano. Resulta que el pensamiento desactivador es uno con el que todos nos hemos topado: la idea de que el libre albedrío no existe. Lo que pasa es que no es perjudicial hasta que uno se lo cree realmente.

Los médicos intentarán discutir con los pacientes mientras todavía respondan a la conversación. Hemos estado llevando vidas felices, vidas activas antes, razonan con ellos, y tampoco teníamos libre albedrío. ¿Por qué va a cambiar nada? «Ninguna acción que hayas realizado en el último mes era más libre que una que lleves a cabo hoy –podría decir un médico-. Puedes seguir comportándote como entonces». Los pacientes responderán indefectiblemente: «Pero ahora lo sé». Y algunos no volverán a decir nada nunca más.

Habrá quien argumente que el hecho de que el Pronostic provoque este cambio en el comportamiento significa que tenemos libre albedrío. Un autómata no puede desilusionarse, sólo una entidad librepensadora podría. El hecho de que algunos individuos caigan en mutismo acinético mientras que otros no, no hace sino subrayar la importancia de la elección.

Desgraciadamente, un razonamiento semejante es incorrecto; cualquier forma de comportamiento es compatible con el determinismo. Un sistema dinámico puede caer en una cuenca de atracción y acabar en un punto fijo mientras otro presenta un comportamiento caótico indefinidamente, pero ambos son completamente deterministas.

Les estoy transmitiendo esta advertencia a un año vista en el futuro; éste es el primer mensaje largo recibido utilizando circuitos con retardos negativos de un alcance de megasegundos para construir dispositivos de comunicación. Le seguirán otros mensajes, abordando otros asuntos. Mi mensaje es éste: Finjan que tienen libre albedrío. Es esencial que se comporten como si sus decisiones contaran, aun cuando sepan que no es así. La realidad no es importante; lo que es importante es lo que creen, y creer la mentira es la única manera de evitar el coma en vigilia. Ahora la civilización depende del autoengaño. Quizá siempre ha sido así.

Y aun así sé que, dado que el libre albedrío es una ilusión, ya está predeterminado quién caerá en mutismo acinético y quién no. No hay nada que hacer al respecto; no pueden elegir el efecto que el Pronostic tiene sobre ustedes. Algunos sucumbirán y otros no, y que yo envíe este mensaje no va a alterar dichas proporciones. Entonces, ¿por qué lo envío?

Porque no tengo elección.

Ted Chiang, Exhalación, 2019.

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Avatar de Fernando Polo

Me gusta la idea de la libertad como propiedad evolutiva. La mete en la misma caja de herramientas que la consciencia (como has mencionado de pasada). La consciencia como propiedad evolutiva que yo entendí por vez primera leyendo a Anil Seth, hace relativamente poco (con lo joven que eres tú, macho, la ventaja que nos sacas a tantos).

Y al llegar al final de tu artículo, me he quedado más tranquilo sobre el hecho de que no hayas citado a Sapolsky (que puede que no quisieras o no lo hayas hecho por otras razones). He entendido que no hace falta estar a la última en la negación del libre albedrío para abrazar el concepto fundamental de tu tesis que se puede defender desde la filosofía moderna, no tan contemporánea.

Me quedo con la tesis o idea final (porque cuesta quedarse con tantas referencias) que como siempre viene a reforzar otra idea que ya tengo más aprehendida. La de deshacernos de la escalera de la perplejidad cuando hemos terminado de subir por ella. Algo así como mirar con buenos ojos la idea de la religión, una vez que hemos matado a Dios, para poder seguir representando nuestro rol en el teatro de la vida. Cuesta aceptarlo. Debe ser que aún no he terminado de subir la dichosa escalera.

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