A estas alturas, probablemente ya ha visto un Pronostic; para cuando lean esto se habrán vendido millones. Para quienes no hayan visto ninguno, se trata de un aparatito, como un control remoto para abrir el coche. Consta únicamente de un botón y un gran led verde. Si aprietas el botón, la luz destella. Para ser exactos, la luz destella un segundo antes de que aprietes el botón.
La mayoría de la gente dice que la primera vez que lo prueba es como si estuvieses jugando a un extraño juego, un juego en que el objetivo es apretar el botón después de ver el destello, y al que es fácil jugar. Pero cuando intentas romper las normas descubres que no puedes. Si intentas apretar el botón sin haber visto el destello, aparece el destello de inmediato, y por muy rápido que actúes, jamás aprietas el botón hasta pasado un segundo. Si te esperas al destello con la intención de no llegar a apretar el botón, el destello nunca aparece. Hagas lo que hagas, la luz siempre precede al accionamiento del botón. No hay manera de engañar a un Pronostic.
El corazón de cada Pronostic consiste en un circuito con un retraso negativo del tiempo; envía una señal atrás en el tiempo. Las repercusiones globales de esta tecnología quedarán claras más adelante, cuando se consigan retrasos negativos de más de un segundo, pero ése no es el objetivo de este aviso. El problema inmediato es que los Pronostic demuestran que no existe el libre albedrío.
Siempre han existido argumentos que demostraban que el libre albedrío es una ilusión, algunos basados en la estricta física, otros basados en la pura lógica. La mayoría de la gente conviene en que estos argumentos son irrefutables, pero nadie acepta realmente la conclusión. La experiencia de poseer libre albedrío es demasiado potente como para que un argumento la desautorice.
Generalmente, una persona juega con un Pronostic de manera compulsiva durante varios días, se lo enseña a sus amigos, prueba distintas estratagemas para burlar el aparato. Puede parecer que la persona pierde interés en ello, pero nadie es capaz de olvidar lo que significa; a lo largo de las semanas siguientes las implicaciones de un futuro inmutable van calando. Algunas personas, al darse cuenta de que sus elecciones no importan, dejan de tomar decisiones por completo. Como una legión de Bartlebys, dejan de participar en la acción espontánea. Finalmente, una tercera parte de los que juegan con un Pronostic tienen que ser hospitalizados porque dejan de comer. El estado final es de mutismo acinético, una especie de coma en plena vigilia. Siguen los objetos en movimiento con la mirada y cambian de posición ocasionalmente, pero nada más. Se conserva la motricidad, pero la motivación ha desaparecido.
Antes de que la gente comenzara a jugar con Pronostic, el mutismo acinético era muy raro, resultado de daños en la región anterior cingulada del cerebro. Ahora se propaga como una plaga cognitiva. La gente solía especular con un pensamiento que destruye al pensante, una especie de horror lovecraftiano inefable, o un teorema de Gödel que aplasta el sistema lógico humano. Resulta que el pensamiento desactivador es uno con el que todos nos hemos topado: la idea de que el libre albedrío no existe. Lo que pasa es que no es perjudicial hasta que uno se lo cree realmente.
Los médicos intentarán discutir con los pacientes mientras todavía respondan a la conversación. Hemos estado llevando vidas felices, vidas activas antes, razonan con ellos, y tampoco teníamos libre albedrío. ¿Por qué va a cambiar nada? «Ninguna acción que hayas realizado en el último mes era más libre que una que lleves a cabo hoy –podría decir un médico-. Puedes seguir comportándote como entonces». Los pacientes responderán indefectiblemente: «Pero ahora lo sé». Y algunos no volverán a decir nada nunca más.
Habrá quien argumente que el hecho de que el Pronostic provoque este cambio en el comportamiento significa que tenemos libre albedrío. Un autómata no puede desilusionarse, sólo una entidad librepensadora podría. El hecho de que algunos individuos caigan en mutismo acinético mientras que otros no, no hace sino subrayar la importancia de la elección.
Desgraciadamente, un razonamiento semejante es incorrecto; cualquier forma de comportamiento es compatible con el determinismo. Un sistema dinámico puede caer en una cuenca de atracción y acabar en un punto fijo mientras otro presenta un comportamiento caótico indefinidamente, pero ambos son completamente deterministas.
Les estoy transmitiendo esta advertencia a un año vista en el futuro; éste es el primer mensaje largo recibido utilizando circuitos con retardos negativos de un alcance de megasegundos para construir dispositivos de comunicación. Le seguirán otros mensajes, abordando otros asuntos. Mi mensaje es éste: Finjan que tienen libre albedrío. Es esencial que se comporten como si sus decisiones contaran, aun cuando sepan que no es así. La realidad no es importante; lo que es importante es lo que creen, y creer la mentira es la única manera de evitar el coma en vigilia. Ahora la civilización depende del autoengaño. Quizá siempre ha sido así.
Y aun así sé que, dado que el libre albedrío es una ilusión, ya está predeterminado quién caerá en mutismo acinético y quién no. No hay nada que hacer al respecto; no pueden elegir el efecto que el Pronostic tiene sobre ustedes. Algunos sucumbirán y otros no, y que yo envíe este mensaje no va a alterar dichas proporciones. Entonces, ¿por qué lo envío?
Me gusta la idea de la libertad como propiedad evolutiva. La mete en la misma caja de herramientas que la consciencia (como has mencionado de pasada). La consciencia como propiedad evolutiva que yo entendí por vez primera leyendo a Anil Seth, hace relativamente poco (con lo joven que eres tú, macho, la ventaja que nos sacas a tantos).
Y al llegar al final de tu artículo, me he quedado más tranquilo sobre el hecho de que no hayas citado a Sapolsky (que puede que no quisieras o no lo hayas hecho por otras razones). He entendido que no hace falta estar a la última en la negación del libre albedrío para abrazar el concepto fundamental de tu tesis que se puede defender desde la filosofía moderna, no tan contemporánea.
Me quedo con la tesis o idea final (porque cuesta quedarse con tantas referencias) que como siempre viene a reforzar otra idea que ya tengo más aprehendida. La de deshacernos de la escalera de la perplejidad cuando hemos terminado de subir por ella. Algo así como mirar con buenos ojos la idea de la religión, una vez que hemos matado a Dios, para poder seguir representando nuestro rol en el teatro de la vida. Cuesta aceptarlo. Debe ser que aún no he terminado de subir la dichosa escalera.
Muchísimas gracias por el comentario, Fernando. Se nota cuando alguien lee de verdad y rumia las ideas con calma. Me alegra que te resonara la noción de la libertad como propiedad evolutiva, una idea muy de Dennett. Este es un territorio tan fascinante como inquietante.
Sobre lo que mencionas: A Anil Seth no lo conocía pero por lo que veo, efectivamente, parece una referencia importante si hablamos de consciencia como esa “alucinación controlada” que nos permite estabilizar la vida interior más que acceder a una verdad última.
A Sapolsky, en el extremo contrario, no lo he citado pero no ha sido por premeditación. Quizá sea de los que afirma un determinismo biológico más contundente. Y por otra parte desolador y vacío. Yo creo que, con prudencia, se pueden explorar otras ideas que no se queden en él, sin que podamos negarlo.
Y sí, la imagen de la escalera de Wittgenstein es difícil de soltar. Es más una provocación que una realidad. Es asomarse al abismo de la perplejidad y luego, con cierto pudor, volver al teatro de la vida sin romper el decorado. Porque actuar tiene algo de trágico, de bello, de atractivo. Un poco al estilo de San Manuel Bueno, mártir de Unamuno.
Gracias de verdad por la lectura atenta.
PD.: sé que te debo una quedada. Lo tengo presente.
Veo que @fernandopolo se me ha adelantado citando a Sapolsky. Mis lecturas son mucho más escuetas pero sí que digerí su libro, que de me dejó roto.
Lo dejo ahí porque estoy menos preparado para la discusión, pero creo que la raíz del problema está en definir qué es nuestra conciencia: si es tan solo un proceso mental, una construcción del cuerpo para proyectar su respuesta al entorno, me cuesta creer que las decisiones de esa construcción sean libres.
Gracias por este análisis tan profundo, y disfrutad de esa quedada.
Un abrazo @fernandopolo y a ver si te animas a otra San Silvestre.
Ya es casualidad, mi post de la semana que viene va exactamente de este tema, tanto que podría parecer una respuesta a este (aunque está ya escrito, si me crees). La verdad es que me viene de perlas por la claridad y amplitud con que presentas todas las posibilidades del problema. Un placer leerte, como siempre.
Muy interesante la lectura, muchísimo más profunda que mis limitadas aproximaciones al tema.
Simplificando mucho, yo soy de los que piensa que, si el libre albedrío y la ilusión de libre albedrío son indistinguibles, ¿qué importa qué sea lo cierto?
Pero siempre que leo sobre este asunto, me resulta inevitable deslizarme (porque está relacionado, pero entiendo que solo de forma tangencial) a la falsa ilusión de libertad con la que muchos viven, cuando la realidad es que está totalmente limitada por factores genéticos y sociales hasta puntos mucho más extremos de los que jamás podemos asimilar. Lo percibo como uno de los grandes engaños de la sociedad moderna.
Me gusta tu forma de pensarlo estilo test de Turing. Es interesante porque no se puede probar la no existencia de algo. Por tanto, todo lo más que se podrá probar es un condicionamiento tan fuerte, una determinación tan anticipada de nuestros actos, que se haga inverosímil que el libre albedrío exista. Y entonces sí podría ser relevante la distinción. El texto de Chiang del que hablábamos en otro comentario es sugerente aunque dudo que lleguemos a ese punto.
Ha sido un verdadero placer leerte, como siempre. El café del domingo dedicado a la lectura de tu publicación semanal. Me ha gustado especialmente. Gracias.
“Creernos libres es una ventaja evolutiva. Da igual si realmente lo somos.”. Esa afirmación es probablemente también válida para otras creencias no falsables como la religión, el amor romántico…, o todo aquello que cohesione a una familia o a la comunidad.
Sin duda, Enrique. Las llevamos en la mochila. Y algunas de ellas, aunque intuyamos que puedan ser falsas, son creencias fecundas, profecías autocumplidas. Hay que elegir (¿libremente?) las creencias con las que nos quedamos. Gracias por comentar.
No obstante la mayor ilusión que sufrimos a diario en el discurso público sobre la existencia o no del libre albedrío es la de considerarla una variable binaria. Da igual si nos referimos a la libertad negativa o a la positiva de Isaiah Berlin, ¿acaso tiene la misma libertad un drogadicto o un inmigrante recién llegado que quien no lo es?, ¿o mi madre con una discapacidad severa que quien no la tiene? Gracias a ti por la magnífica revisión
Bueno, no sé si es la mayor. Pero está claro que discutiendo demasiado sobre los fundamentos, distraemos la atención sobre los gradientes. Otro día, sin duda. Gracias.
Javier, siempre me dejas perplejo por tus artículos, capaces de condensar problemas densísimos en una única lectura y, lo que es más importante, abriendo el gusanillo de saber más. Éste será de los que guarde para una segunda lectura, cuando los conceptos se asienten. ¡Gracias por el trabajazo!
Personalmente, como creyente, tengo la certeza de que Dios nos ha dotado de libre albedrío: somos capaces de elegir si hacer el bien o el mal. Pero, todavía, estamos lejos de poder conciliar la libertad con la causalidad que caracterizan a la naturaleza. Ni siquiera, todavía, la física ha sido capaz de unir la física cuántica con la relatividad.
Creo que, para poder hallar una respuesta, la ciencia y la filosofía tienen que salir del paradigma materialista, ateo y cientificista, que hoy guía su y su accionar.
Dudo que puedan tenerse “certezas” en el ámbito de la fe. Al menos no en el sentido filosófico. Entiendo que hablas de una convicción profunda. Y en ese sentido, la aproximación que hace la teología y la ciencia al problema del libre albedrío me parece que convergen en un “empate” a perplejidad: nuestra íntima experiencia de libre albedrío es quizá la condición de posibilidad de la propia ciencia, pues como decía en el artículo, nuestra forma de comprender la realidad causalmente es posible que parta de nuestra experiencia de ser agentes causales; sin embargo, esa ciencia acaba volviéndose en su contra, llegando a ser capaz incluso de explicar causalmente la misma creencia en el libre albedrío que dices tener (es biológicamente adaptativa). Ahora bien, para la teología ocurre una paradoja igualmente singular: su respeto profundo por el libre albedrío acaba admitiendo que Dios no puede demostrarse, y que su posibilidad debe ser tan verosímil como su inexistencia, precisamente para proteger ese libre albedrío (un Dios demostrable no nos dejaría libertad para elegir rechazarle; no somos libres de elegir que 1+1 no sean 2). Así que el libre albedrío se ve envuelto en ese misterio que se desvanece en manos de la ciencia, y que se nos presenta fenomenológicamente como evidente. Es, teológicamente, el clavo ardiendo para tratar de montar una teodicea que desmonte la paradoja de Epicuro. Se vuelve así una suerte de acto de fe sobre algo que, por otro lado, nos resulta totalmente intuitivo.
Sobre la acusación a la filosofía y la ciencia de “materialismo, ateísmo y cientifismo” habría mucha tela que cortar. La acusación a la filosofía puede ser pertinente; a la ciencia no. Para fundamentar esa crítica harían falta alternativas verosímiles, racionalmente consistentes y a ser posible factualmente intersubjetivas. Y de momento yo no veo muchas serias. De lo contrario, todo se queda en una arenga retórica que resuena más a pataleta impotente que a auténtica verosimilitud. Mientras, la ciencia prosigue dando resultados verosímiles y funcionales. Me viene aquella frase de Voltaire: solo tenemos una luz, la razón (la ciencia); viene el teólogo, dice que alumbra poco, y la apaga. Seguro que no debemos extralimitarnos con lo que puede concluirse de la ciencia, pues filosóficamente puede ser que no toda verdad haya de caber en el método científico (otra cosa sería practicar ese “cientifismo”). Pero no hay filosofía seria que pueda hacer oídos sordos a la aportación de la ciencia, que se limita a la observación y a la coherencia matemática y lo que ello nos induce a pensar en general sobre el mundo como más verosímil.
Gracias, Javier, por tomarte el trabajo de responderme. No esperaba una respuesta tan larga. Supuse que no ibas a estar de acuerdo con mi comentario. Entiendo, por tu comentario, que no sos creyente. Por esa razón, considero que es muy difícil conciliar nuestras posturas.
A lo primero, solo te puedo decir que sí se pueden tener certezas en el ámbito de la fé. Hay experiencias tanto internas como externas que nos dan certeza de las verdades de la fé. Lo que pasa que esto es negado y rechazado por la ciencia y la filosofía de hoy. Pero esas experiencias existen, están ahí. Lo que sucede es que estas escapan a lo que la ciencia hoy puede explicar. Y como no se pueden explicar, entonces, simplemente son rechazadas por la comunidades científica y filosófica.
Por otro lado, creo que has malinterpretado mi comentario. Quizás yo no me expliqué con claridad. Yo no estoy cuestionando a la ciencia como tal. De hecho, defiendo a la ciencia y creo en ella como un modo de acercarnos a la verdad. Lo que cuestiono es a la actitud, no solo de científicos, sino también de personas en general, de convertir a la ciencia en un dogma incuestionable.
Hoy la ciencia es aceptada como un dogma. Las teorías científicas aparecen como incuestionables, aun cuando tengan hipótesis ad hoc y sostengan cosas que todavía no pueden demostrarse. Hay varios ejemplos de esto, pero, como bien decís, excede este artículo. Hay fenómenos que la ciencia no puede explicar y, los científicos, los terminan negando o inventando artificios para explicarlos. Hay científicos, también, que son rechazados por la comunidad solo por cuestionar ciertas teorías o postular otras posibilidades a las teorías e ideas aceptadas como verdades absolutas. Estas actitudes claramente responden a una visión cientificista.
Por último, hay varios ejemplos de experiencias y fenómenos que escapan al paradigma materialista, pero, como no se pueden explicar desde este esquema son negados y rechazados de plano. Hay ideas que son rechazas como posibilidades desde las convenciones científicas solo porque no encajan con ellas. Pero, esto excede la extensión y la intención de este comentario. Esta cuestión merecería un artículo.
Soy creyente. Con mis debilidades y mis dudas. Y no comparto que se puedan tener certezas en la fe. Por eso precisamente es fe. Una cuestión de confianza. Basta echar un vistazo a cómo los teólogos así lo han asumido así. Tillich, Rahner, Ratzinger, Guardini… La duda es lo contrario de la certeza, pero no de la fe, porque es un elemento constitutivo de la fe. Todos distinguen claramente entre fe y evidencia. La fe nunca da seguridad matemática, ni es un asentimiento a certezas demostradas, sino que es un acto de confianza que implica a toda la persona, que presupone caminar en la penumbra. No sería considerada virtud de lo contrario.
Las experiencias personales pueden persuadirnos de esa convicción, pero no podemos llamarlas certezas. En cualquier caso, el problema para admitirlas científicamente es que no son intersubjetivas, no son replicables. Eso no quiere decir que sean falsas. Pero su verosimilitud no encaja con la falsabilidad científica.
Esa actitud que criticas creo que tiene algo de muñeco de paja. La ciencia precisamente consiste en poner constantemente en tela de juicio nuestras creencias y reformularlas con nuevas teorías matemáticamente consistentes y empíricamente refrendadas. Lo que sucede es que quien se ha expuesto a semejante examen mira por encima del hombro a quien no lo ha hecho. Eso no es por considerarse a sí mismo portador de un dogma incuestionable. Pero siente que no está en igualdad a la hora de plantear encima de la mesa teorías. El marchamo científico tiene valor, y tiene que tenerlo, frente a la charlatanería más ocurrente.
Desde luego que hay fenómenos que la ciencia no puede explicar, al menos todavía. Lo que los científicos hacen no es tanto negarlos sino tratar de encajarlos con lo que ya intuimos saber del mundo. Algunas conjeturas pueden sonar poco verosímiles, hipótesis ad hoc o artificios, pero son los propios científicos los que atacan semejantes especulaciones si las matemáticas y la experimentación no lo corroboran. Mientras, sólo hablaremos de lo verosímiles que nos resultan ciertas teorías en función de la consistencia que el mundo nos ofrece en todo el resto de aspectos que sí parecemos conocer mejor.
Sin duda la ciencia tiene oportunidades de mejora, y hay que entender si en esa sociología del conocimiento no hay inercias, instituciones y culturas que margina o rechazan a los disidentes que pueden hacerla mejorar. Pero también sus aspirantes tienen que abrirse a que cuestionar ciertas teorías o postular ciertas ideas debe hacerse con un arsenal del que individualmente es muy fácil que carezcan, porque hay miles y miles de científicos en la historia que han refrendado o consolidado las teorías que hoy el consenso común da por ciertas. La tentación del pensamiento disidente es enorme para los pseudocientíficos. La humildad debe presidir la ciencia “institucionalizada”, desde luego, pero incluso más a los individuos que pretenden cuestionarla.
Dicho esto, estaré encantado de leerte más sobre este tema, por ejemplo abordando esas “ideas que son rechazas como posibilidades desde las convenciones científicas solo porque no encajan con ellas”.
Hola Javier, Huuum!. Cuando desarrollas tus reflexiones sobre la Libertad desde el conocimiento de la Física Cuántica, basas tu argumentación en: "los fenómenos macroscópicos son deterministas puesto que los efectos de la incertidumbre cuántica se encuentran confinados y son imperceptibles a dicho nivel."
Una afirmación que lejos de estar demostrada no parece que sea coherente con los fenómenos cósmicos. Yendo a un ámbito más cercano, en las observaciones de nuestro Sol, no podemos afirmar que los "fenómenos macroscópicos" que observamos no sean provocados por las "incertidumbres cuánticas".
Como tu bien dices, "está muy lejos de poder resolverse". Pero me sorprende que cierres el capítulo diciendo: "Si es que no es irresoluble." Nada en la Física es irresoluble, basta con que nuestro conocimiento crezca lo suficiente para encontrar la solución a lo que hoy parece irresoluble.
Interesante observación. ¿A qué observaciones de nuestro Sol te refieres? Las que yo conozco son caóticas pero deterministas.
Desde luego, en biología, neurociencia y astrofísica hay fenómenos cuánticos (túneles, superposición, efectos de banda), pero eso no implica que haya coherencia cuántica macroscópica, que es la clave del debate sobre libertad. El modelo de Hodgson, Penrose o Hameroff pide coherencia cuántica estable en sistemas calientes, ruidosos y húmedos (el cerebro). Eso no está demostrado y la mayoría de físicos que yo sepa lo considera extremadamente improbable. No niego que detrás de todo no esté la mecánica cuántica, pero por lo que sé, los efectos cuánticos se “diluyen” en los niveles donde operan el cerebro y el comportamiento.
En cualquier caso, mi tesis es que no existe evidencia empírica de que la mecánica cuántica ofrezca un refugio operativo para la libertad humana porque, aunque lo ofreciera, el problema conceptual de fondo seguiría igual: azar ≠ libertad.
Y yendo al último punto, es una presunción que hasta ahora nos ha salido bien, considerar que no hay nada irresoluble y que será cuestión de tiempo que podamos seguir expandiendo la frontera de nuestro conocimiento. Pero nada nos lo garantiza con certeza. Puede que algún día alcancemos un límite a nuestra capacidad de comprensión. O que, más probablemente, existan límites técnicos y materiales como para realizar los experimentos necesarios para seguir progresando. La conciliación entre la relatividad y la cuántica de momento sigue pendiente.
Precisamente Javier, "...son caóticas pero deterministas", en la propia definición está el origen de mi comentario. No podemos asegurar que las "inestabilidades" cuánticas no sean la causa de los fenómenos macroscópicos. Si asumimos como verdadero el concepto de "determinismo" todas las acciones (incluso las humanas) son casuales, es decir, tienen su origen en las condiciones iniciales. Dicho esto, solo podremos resolver esta controversia cuando demostremos que la hipótesis del determinismo es verdadera o falsa.
Y sobre el último punto, así es, hasta ahora nos ha salido bien y no tenemos ninguna razon para pensar que no siga siendo así; no hay ninguna razón para suponer un límite al conocimiento humano.
Sin duda, el determinismo no está completamente probado (si es que algún día puede probarse). Pero los indicios son abrumadores en su favor. El consenso científico es inmensamente mayoritario en ese sentido. El éxito de la mecánica cuántica lo desafía, pero en el nivel macroscópico se ha mostrado estadísticamente irrelevante, como también admite la inmensa mayoría.
Y sobre el último punto, claro que hay poderosas razones para suponer que existirá un límite al conocimiento humano. No somos la especie definitiva, ni tenemos capacidades infinitas. Nuestro conocimiento depende de una red de individuos e instituciones que también son finitas, que tienen sus límites, y que ya han tocado cierto techo en algunos aspectos. Es un hecho que cada vez es más difícil encontrar ideas nuevas. La innovación está ofreciendo rendimientos decrecientes en las últimas décadas de forma ostensible. Puede que existan revoluciones por venir (la IA ya nos está asistiendo en muchas cosas), pero no es evidente que vayamos a seguir aumentando nuestro conocimiento al mismo ritmo al que lo hemos hecho en los últimos tres o cuatro siglos. Sencillamente, no somos infinitos ni perfectos. El estancamiento da importantes muestras. Las poblaciones sólo admiten un umbral de saturación máximo para su número de científicos. Quizá nos extingamos antes de saber lo suficiente como salir de este planeta. Quizá no seamos la especie elegida para ser capaces de concebir y comprobar, por ejemplo, una teoría del todo. Algo de esto, si te interesa, escribí por aquí: https://newsletter.ingenierodeletras.com/p/las-plumas-de-icaro
Javier, me sorprende tu argumentación. Parece que postulas que somos el último escalón de la posible evolución intelectual. Cada 1000 años (más o menos) la humanidad ha experimentado espectaculares saltos en su intelecto; empezando por Hammurabi en la incipiente Babilonia allá por el 1.700 a.C., siguiendo por el Siglo de Pericles en el s. IV-V a.C. en Grecia y llegando al Renacimiento en 500 d.C. en esta vieja Europa se han producido saltos en el conocimiento que eran impensables en décadas anteriores. Nuestro conocimiento de lo que hay detrás de las fronteras que estamos descubriendo (p.ej. la Física Cuántica) es todavía muy limitado y quedan muchas variables por despejar en la ecuación. Traspasar esas fronteras nos permitirá -eso espero- avanzar en el uso de nuestra capacidad neuronal -actualmente menor del 15%- y no debemos poner límites a aquello que seremos capaces de hacer y de pensar con el 85% restante.
Argumentas que "Nuestro conocimiento depende de una red de individuos e instituciones que también son finitas, que tienen sus límites, y que ya han tocado cierto techo en algunos aspectos." Quizás tengas razón si nos quedamos a este lado de las nuevas fronteras del conocimiento, pero pienso no podemos afirmarlo desde nuestro limitadísimo conocimiento de los que hay detrás de la puerta.
Desde luego que no seremos el último escalón posible, ni mucho menos. Pero equiparas "saltos en el conocimiento" que no son tales. Lo que ha pasado desde, digamos, la revolución de la imprenta, la revolución científica y la revolución industrial - últimos quinientos años - hasta ahora, ha supuesto un salto incomparable con ningún suceso anterior en el conocimiento humano. No hay una gran diferencia entre lo que podía llegar a saber un monje tardomedieval y un sacerdote egipcio del tercer milenio antes de nuestra era. Desde luego, no lo es si lo comparamos con lo que sabemos hoy. El tema es que ese crecimiento casi exponencial de los últimos siglos no es realista. Nada en la naturaleza crece indefinidamente de forma exponencial. Y es posible que ya estemos asomándonos a la inflexión de una curva de tipo logística.
Eso no quita para que, como dice aquel, sin duda diera todo lo que sabemos por la milésima parte de lo que ignoramos. A saber lo que nos espera.
P.D.: Eso de que sólo usamos un 15% de nuestra capacidad neuronal es un falso mito.
Ya te lo he dicho alguna vez y lo repito ahora, Javier. Me impresiona tu capacidad para hilar narrativas que van de la física a la filosofía y de lo humano a lo tecnológico. He perdido, o ganado, un buen rato tratando de decidir qué frase o párrafo restackear, cuál me parecía más certero, y al final he terminado comentando aquí porque me ha sido imposible elegir. Un poco como el burro que no sabe si ir antes al agua o a la comida y acaba desfalleciendo. En fin, un lujo que estos textos estén al alcance de quien quiera leerlos. Enhorabuena y gracias.
Muchas gracias, Fran (creo que fue a tu hermano al que leí llamarte así y me he tomado la libertad, si es que existe, de sumarme ;)). Me alegro de que te haya gustado. Yo a veces hago un restack en cuanto encuentro algo destacable en un artículo, y luego tengo que añadir algún otro restack en otro fragmento que lo merecía tanto o más. Algunos textos son un disfrute. Gracias a ti.
Lo que se espera de nosotros (Por Ted Chiang)
Esto es un aviso. Por favor, lean atentamente.
A estas alturas, probablemente ya ha visto un Pronostic; para cuando lean esto se habrán vendido millones. Para quienes no hayan visto ninguno, se trata de un aparatito, como un control remoto para abrir el coche. Consta únicamente de un botón y un gran led verde. Si aprietas el botón, la luz destella. Para ser exactos, la luz destella un segundo antes de que aprietes el botón.
La mayoría de la gente dice que la primera vez que lo prueba es como si estuvieses jugando a un extraño juego, un juego en que el objetivo es apretar el botón después de ver el destello, y al que es fácil jugar. Pero cuando intentas romper las normas descubres que no puedes. Si intentas apretar el botón sin haber visto el destello, aparece el destello de inmediato, y por muy rápido que actúes, jamás aprietas el botón hasta pasado un segundo. Si te esperas al destello con la intención de no llegar a apretar el botón, el destello nunca aparece. Hagas lo que hagas, la luz siempre precede al accionamiento del botón. No hay manera de engañar a un Pronostic.
El corazón de cada Pronostic consiste en un circuito con un retraso negativo del tiempo; envía una señal atrás en el tiempo. Las repercusiones globales de esta tecnología quedarán claras más adelante, cuando se consigan retrasos negativos de más de un segundo, pero ése no es el objetivo de este aviso. El problema inmediato es que los Pronostic demuestran que no existe el libre albedrío.
Siempre han existido argumentos que demostraban que el libre albedrío es una ilusión, algunos basados en la estricta física, otros basados en la pura lógica. La mayoría de la gente conviene en que estos argumentos son irrefutables, pero nadie acepta realmente la conclusión. La experiencia de poseer libre albedrío es demasiado potente como para que un argumento la desautorice.
Generalmente, una persona juega con un Pronostic de manera compulsiva durante varios días, se lo enseña a sus amigos, prueba distintas estratagemas para burlar el aparato. Puede parecer que la persona pierde interés en ello, pero nadie es capaz de olvidar lo que significa; a lo largo de las semanas siguientes las implicaciones de un futuro inmutable van calando. Algunas personas, al darse cuenta de que sus elecciones no importan, dejan de tomar decisiones por completo. Como una legión de Bartlebys, dejan de participar en la acción espontánea. Finalmente, una tercera parte de los que juegan con un Pronostic tienen que ser hospitalizados porque dejan de comer. El estado final es de mutismo acinético, una especie de coma en plena vigilia. Siguen los objetos en movimiento con la mirada y cambian de posición ocasionalmente, pero nada más. Se conserva la motricidad, pero la motivación ha desaparecido.
Antes de que la gente comenzara a jugar con Pronostic, el mutismo acinético era muy raro, resultado de daños en la región anterior cingulada del cerebro. Ahora se propaga como una plaga cognitiva. La gente solía especular con un pensamiento que destruye al pensante, una especie de horror lovecraftiano inefable, o un teorema de Gödel que aplasta el sistema lógico humano. Resulta que el pensamiento desactivador es uno con el que todos nos hemos topado: la idea de que el libre albedrío no existe. Lo que pasa es que no es perjudicial hasta que uno se lo cree realmente.
Los médicos intentarán discutir con los pacientes mientras todavía respondan a la conversación. Hemos estado llevando vidas felices, vidas activas antes, razonan con ellos, y tampoco teníamos libre albedrío. ¿Por qué va a cambiar nada? «Ninguna acción que hayas realizado en el último mes era más libre que una que lleves a cabo hoy –podría decir un médico-. Puedes seguir comportándote como entonces». Los pacientes responderán indefectiblemente: «Pero ahora lo sé». Y algunos no volverán a decir nada nunca más.
Habrá quien argumente que el hecho de que el Pronostic provoque este cambio en el comportamiento significa que tenemos libre albedrío. Un autómata no puede desilusionarse, sólo una entidad librepensadora podría. El hecho de que algunos individuos caigan en mutismo acinético mientras que otros no, no hace sino subrayar la importancia de la elección.
Desgraciadamente, un razonamiento semejante es incorrecto; cualquier forma de comportamiento es compatible con el determinismo. Un sistema dinámico puede caer en una cuenca de atracción y acabar en un punto fijo mientras otro presenta un comportamiento caótico indefinidamente, pero ambos son completamente deterministas.
Les estoy transmitiendo esta advertencia a un año vista en el futuro; éste es el primer mensaje largo recibido utilizando circuitos con retardos negativos de un alcance de megasegundos para construir dispositivos de comunicación. Le seguirán otros mensajes, abordando otros asuntos. Mi mensaje es éste: Finjan que tienen libre albedrío. Es esencial que se comporten como si sus decisiones contaran, aun cuando sepan que no es así. La realidad no es importante; lo que es importante es lo que creen, y creer la mentira es la única manera de evitar el coma en vigilia. Ahora la civilización depende del autoengaño. Quizá siempre ha sido así.
Y aun así sé que, dado que el libre albedrío es una ilusión, ya está predeterminado quién caerá en mutismo acinético y quién no. No hay nada que hacer al respecto; no pueden elegir el efecto que el Pronostic tiene sobre ustedes. Algunos sucumbirán y otros no, y que yo envíe este mensaje no va a alterar dichas proporciones. Entonces, ¿por qué lo envío?
Porque no tengo elección.
Ted Chiang, Exhalación, 2019.
El relato de Chiang es una maravilla. Y tremendamente acertado que lo traigas aquí. Gracias.
Me gusta la idea de la libertad como propiedad evolutiva. La mete en la misma caja de herramientas que la consciencia (como has mencionado de pasada). La consciencia como propiedad evolutiva que yo entendí por vez primera leyendo a Anil Seth, hace relativamente poco (con lo joven que eres tú, macho, la ventaja que nos sacas a tantos).
Y al llegar al final de tu artículo, me he quedado más tranquilo sobre el hecho de que no hayas citado a Sapolsky (que puede que no quisieras o no lo hayas hecho por otras razones). He entendido que no hace falta estar a la última en la negación del libre albedrío para abrazar el concepto fundamental de tu tesis que se puede defender desde la filosofía moderna, no tan contemporánea.
Me quedo con la tesis o idea final (porque cuesta quedarse con tantas referencias) que como siempre viene a reforzar otra idea que ya tengo más aprehendida. La de deshacernos de la escalera de la perplejidad cuando hemos terminado de subir por ella. Algo así como mirar con buenos ojos la idea de la religión, una vez que hemos matado a Dios, para poder seguir representando nuestro rol en el teatro de la vida. Cuesta aceptarlo. Debe ser que aún no he terminado de subir la dichosa escalera.
Muchísimas gracias por el comentario, Fernando. Se nota cuando alguien lee de verdad y rumia las ideas con calma. Me alegra que te resonara la noción de la libertad como propiedad evolutiva, una idea muy de Dennett. Este es un territorio tan fascinante como inquietante.
Sobre lo que mencionas: A Anil Seth no lo conocía pero por lo que veo, efectivamente, parece una referencia importante si hablamos de consciencia como esa “alucinación controlada” que nos permite estabilizar la vida interior más que acceder a una verdad última.
A Sapolsky, en el extremo contrario, no lo he citado pero no ha sido por premeditación. Quizá sea de los que afirma un determinismo biológico más contundente. Y por otra parte desolador y vacío. Yo creo que, con prudencia, se pueden explorar otras ideas que no se queden en él, sin que podamos negarlo.
Y sí, la imagen de la escalera de Wittgenstein es difícil de soltar. Es más una provocación que una realidad. Es asomarse al abismo de la perplejidad y luego, con cierto pudor, volver al teatro de la vida sin romper el decorado. Porque actuar tiene algo de trágico, de bello, de atractivo. Un poco al estilo de San Manuel Bueno, mártir de Unamuno.
Gracias de verdad por la lectura atenta.
PD.: sé que te debo una quedada. Lo tengo presente.
Veo que @fernandopolo se me ha adelantado citando a Sapolsky. Mis lecturas son mucho más escuetas pero sí que digerí su libro, que de me dejó roto.
Lo dejo ahí porque estoy menos preparado para la discusión, pero creo que la raíz del problema está en definir qué es nuestra conciencia: si es tan solo un proceso mental, una construcción del cuerpo para proyectar su respuesta al entorno, me cuesta creer que las decisiones de esa construcción sean libres.
Gracias por este análisis tan profundo, y disfrutad de esa quedada.
Un abrazo @fernandopolo y a ver si te animas a otra San Silvestre.
Es que las sansis me pillan siempre celebrando en Alemania! Hay que buscar el día y hablamos de Sapolsky!
Ya es casualidad, mi post de la semana que viene va exactamente de este tema, tanto que podría parecer una respuesta a este (aunque está ya escrito, si me crees). La verdad es que me viene de perlas por la claridad y amplitud con que presentas todas las posibilidades del problema. Un placer leerte, como siempre.
Fantástico, Eduardo. Lo estaré esperando. Gracias a ti.
Entonces me voy a esperar a comentar. Va a ser un duelo de titanes.
Jajaja. Duelo no, y por lo que a mí me toca, de titanes tampoco, pero gracias!
Hola, Javier. Sólo quería comentarte que este artículo tuyo ha sido seleccionado como una de las GRANDES HISTORIAS de la edición de hoy del Diario de Substack: https://columnas.substack.com/p/eres-un-autor-con-una-pequena-lista
Estadísticamente, los posts seleccionados tienen muchas más visitas desde el Diario que el resto.
Muy interesante la lectura, muchísimo más profunda que mis limitadas aproximaciones al tema.
Simplificando mucho, yo soy de los que piensa que, si el libre albedrío y la ilusión de libre albedrío son indistinguibles, ¿qué importa qué sea lo cierto?
Pero siempre que leo sobre este asunto, me resulta inevitable deslizarme (porque está relacionado, pero entiendo que solo de forma tangencial) a la falsa ilusión de libertad con la que muchos viven, cuando la realidad es que está totalmente limitada por factores genéticos y sociales hasta puntos mucho más extremos de los que jamás podemos asimilar. Lo percibo como uno de los grandes engaños de la sociedad moderna.
Me gusta tu forma de pensarlo estilo test de Turing. Es interesante porque no se puede probar la no existencia de algo. Por tanto, todo lo más que se podrá probar es un condicionamiento tan fuerte, una determinación tan anticipada de nuestros actos, que se haga inverosímil que el libre albedrío exista. Y entonces sí podría ser relevante la distinción. El texto de Chiang del que hablábamos en otro comentario es sugerente aunque dudo que lleguemos a ese punto.
Ha sido un verdadero placer leerte, como siempre. El café del domingo dedicado a la lectura de tu publicación semanal. Me ha gustado especialmente. Gracias.
¡Me alegro mucho! Es un gusto imaginar cómo mi trabajo se cuela en esos ratos de tranquilidad :)
¡Buen día!
“Creernos libres es una ventaja evolutiva. Da igual si realmente lo somos.”. Esa afirmación es probablemente también válida para otras creencias no falsables como la religión, el amor romántico…, o todo aquello que cohesione a una familia o a la comunidad.
Sin duda, Enrique. Las llevamos en la mochila. Y algunas de ellas, aunque intuyamos que puedan ser falsas, son creencias fecundas, profecías autocumplidas. Hay que elegir (¿libremente?) las creencias con las que nos quedamos. Gracias por comentar.
No obstante la mayor ilusión que sufrimos a diario en el discurso público sobre la existencia o no del libre albedrío es la de considerarla una variable binaria. Da igual si nos referimos a la libertad negativa o a la positiva de Isaiah Berlin, ¿acaso tiene la misma libertad un drogadicto o un inmigrante recién llegado que quien no lo es?, ¿o mi madre con una discapacidad severa que quien no la tiene? Gracias a ti por la magnífica revisión
Bueno, no sé si es la mayor. Pero está claro que discutiendo demasiado sobre los fundamentos, distraemos la atención sobre los gradientes. Otro día, sin duda. Gracias.
Javier, siempre me dejas perplejo por tus artículos, capaces de condensar problemas densísimos en una única lectura y, lo que es más importante, abriendo el gusanillo de saber más. Éste será de los que guarde para una segunda lectura, cuando los conceptos se asienten. ¡Gracias por el trabajazo!
Muchas gracias, Cristóbal. Es una satisfacción leerte. Desmenúzalo cuanto quieras y vente por aquí a cuestionarlo y a conversar. Abrazo.
Un excelente artículo, Javier.
Personalmente, como creyente, tengo la certeza de que Dios nos ha dotado de libre albedrío: somos capaces de elegir si hacer el bien o el mal. Pero, todavía, estamos lejos de poder conciliar la libertad con la causalidad que caracterizan a la naturaleza. Ni siquiera, todavía, la física ha sido capaz de unir la física cuántica con la relatividad.
Creo que, para poder hallar una respuesta, la ciencia y la filosofía tienen que salir del paradigma materialista, ateo y cientificista, que hoy guía su y su accionar.
Un saludo.
Gracias, Daniela.
Dudo que puedan tenerse “certezas” en el ámbito de la fe. Al menos no en el sentido filosófico. Entiendo que hablas de una convicción profunda. Y en ese sentido, la aproximación que hace la teología y la ciencia al problema del libre albedrío me parece que convergen en un “empate” a perplejidad: nuestra íntima experiencia de libre albedrío es quizá la condición de posibilidad de la propia ciencia, pues como decía en el artículo, nuestra forma de comprender la realidad causalmente es posible que parta de nuestra experiencia de ser agentes causales; sin embargo, esa ciencia acaba volviéndose en su contra, llegando a ser capaz incluso de explicar causalmente la misma creencia en el libre albedrío que dices tener (es biológicamente adaptativa). Ahora bien, para la teología ocurre una paradoja igualmente singular: su respeto profundo por el libre albedrío acaba admitiendo que Dios no puede demostrarse, y que su posibilidad debe ser tan verosímil como su inexistencia, precisamente para proteger ese libre albedrío (un Dios demostrable no nos dejaría libertad para elegir rechazarle; no somos libres de elegir que 1+1 no sean 2). Así que el libre albedrío se ve envuelto en ese misterio que se desvanece en manos de la ciencia, y que se nos presenta fenomenológicamente como evidente. Es, teológicamente, el clavo ardiendo para tratar de montar una teodicea que desmonte la paradoja de Epicuro. Se vuelve así una suerte de acto de fe sobre algo que, por otro lado, nos resulta totalmente intuitivo.
Sobre la acusación a la filosofía y la ciencia de “materialismo, ateísmo y cientifismo” habría mucha tela que cortar. La acusación a la filosofía puede ser pertinente; a la ciencia no. Para fundamentar esa crítica harían falta alternativas verosímiles, racionalmente consistentes y a ser posible factualmente intersubjetivas. Y de momento yo no veo muchas serias. De lo contrario, todo se queda en una arenga retórica que resuena más a pataleta impotente que a auténtica verosimilitud. Mientras, la ciencia prosigue dando resultados verosímiles y funcionales. Me viene aquella frase de Voltaire: solo tenemos una luz, la razón (la ciencia); viene el teólogo, dice que alumbra poco, y la apaga. Seguro que no debemos extralimitarnos con lo que puede concluirse de la ciencia, pues filosóficamente puede ser que no toda verdad haya de caber en el método científico (otra cosa sería practicar ese “cientifismo”). Pero no hay filosofía seria que pueda hacer oídos sordos a la aportación de la ciencia, que se limita a la observación y a la coherencia matemática y lo que ello nos induce a pensar en general sobre el mundo como más verosímil.
Gracias por el debate.
Gracias, Javier, por tomarte el trabajo de responderme. No esperaba una respuesta tan larga. Supuse que no ibas a estar de acuerdo con mi comentario. Entiendo, por tu comentario, que no sos creyente. Por esa razón, considero que es muy difícil conciliar nuestras posturas.
A lo primero, solo te puedo decir que sí se pueden tener certezas en el ámbito de la fé. Hay experiencias tanto internas como externas que nos dan certeza de las verdades de la fé. Lo que pasa que esto es negado y rechazado por la ciencia y la filosofía de hoy. Pero esas experiencias existen, están ahí. Lo que sucede es que estas escapan a lo que la ciencia hoy puede explicar. Y como no se pueden explicar, entonces, simplemente son rechazadas por la comunidades científica y filosófica.
Por otro lado, creo que has malinterpretado mi comentario. Quizás yo no me expliqué con claridad. Yo no estoy cuestionando a la ciencia como tal. De hecho, defiendo a la ciencia y creo en ella como un modo de acercarnos a la verdad. Lo que cuestiono es a la actitud, no solo de científicos, sino también de personas en general, de convertir a la ciencia en un dogma incuestionable.
Hoy la ciencia es aceptada como un dogma. Las teorías científicas aparecen como incuestionables, aun cuando tengan hipótesis ad hoc y sostengan cosas que todavía no pueden demostrarse. Hay varios ejemplos de esto, pero, como bien decís, excede este artículo. Hay fenómenos que la ciencia no puede explicar y, los científicos, los terminan negando o inventando artificios para explicarlos. Hay científicos, también, que son rechazados por la comunidad solo por cuestionar ciertas teorías o postular otras posibilidades a las teorías e ideas aceptadas como verdades absolutas. Estas actitudes claramente responden a una visión cientificista.
Por último, hay varios ejemplos de experiencias y fenómenos que escapan al paradigma materialista, pero, como no se pueden explicar desde este esquema son negados y rechazados de plano. Hay ideas que son rechazas como posibilidades desde las convenciones científicas solo porque no encajan con ellas. Pero, esto excede la extensión y la intención de este comentario. Esta cuestión merecería un artículo.
Un saludo.
Hola Daniela.
Siento haber tardado, pero quería hacerlo bien.
Soy creyente. Con mis debilidades y mis dudas. Y no comparto que se puedan tener certezas en la fe. Por eso precisamente es fe. Una cuestión de confianza. Basta echar un vistazo a cómo los teólogos así lo han asumido así. Tillich, Rahner, Ratzinger, Guardini… La duda es lo contrario de la certeza, pero no de la fe, porque es un elemento constitutivo de la fe. Todos distinguen claramente entre fe y evidencia. La fe nunca da seguridad matemática, ni es un asentimiento a certezas demostradas, sino que es un acto de confianza que implica a toda la persona, que presupone caminar en la penumbra. No sería considerada virtud de lo contrario.
Las experiencias personales pueden persuadirnos de esa convicción, pero no podemos llamarlas certezas. En cualquier caso, el problema para admitirlas científicamente es que no son intersubjetivas, no son replicables. Eso no quiere decir que sean falsas. Pero su verosimilitud no encaja con la falsabilidad científica.
Esa actitud que criticas creo que tiene algo de muñeco de paja. La ciencia precisamente consiste en poner constantemente en tela de juicio nuestras creencias y reformularlas con nuevas teorías matemáticamente consistentes y empíricamente refrendadas. Lo que sucede es que quien se ha expuesto a semejante examen mira por encima del hombro a quien no lo ha hecho. Eso no es por considerarse a sí mismo portador de un dogma incuestionable. Pero siente que no está en igualdad a la hora de plantear encima de la mesa teorías. El marchamo científico tiene valor, y tiene que tenerlo, frente a la charlatanería más ocurrente.
Desde luego que hay fenómenos que la ciencia no puede explicar, al menos todavía. Lo que los científicos hacen no es tanto negarlos sino tratar de encajarlos con lo que ya intuimos saber del mundo. Algunas conjeturas pueden sonar poco verosímiles, hipótesis ad hoc o artificios, pero son los propios científicos los que atacan semejantes especulaciones si las matemáticas y la experimentación no lo corroboran. Mientras, sólo hablaremos de lo verosímiles que nos resultan ciertas teorías en función de la consistencia que el mundo nos ofrece en todo el resto de aspectos que sí parecemos conocer mejor.
Sin duda la ciencia tiene oportunidades de mejora, y hay que entender si en esa sociología del conocimiento no hay inercias, instituciones y culturas que margina o rechazan a los disidentes que pueden hacerla mejorar. Pero también sus aspirantes tienen que abrirse a que cuestionar ciertas teorías o postular ciertas ideas debe hacerse con un arsenal del que individualmente es muy fácil que carezcan, porque hay miles y miles de científicos en la historia que han refrendado o consolidado las teorías que hoy el consenso común da por ciertas. La tentación del pensamiento disidente es enorme para los pseudocientíficos. La humildad debe presidir la ciencia “institucionalizada”, desde luego, pero incluso más a los individuos que pretenden cuestionarla.
Dicho esto, estaré encantado de leerte más sobre este tema, por ejemplo abordando esas “ideas que son rechazas como posibilidades desde las convenciones científicas solo porque no encajan con ellas”.
Un saludo y gracias por la conversación.
Hola Javier, Huuum!. Cuando desarrollas tus reflexiones sobre la Libertad desde el conocimiento de la Física Cuántica, basas tu argumentación en: "los fenómenos macroscópicos son deterministas puesto que los efectos de la incertidumbre cuántica se encuentran confinados y son imperceptibles a dicho nivel."
Una afirmación que lejos de estar demostrada no parece que sea coherente con los fenómenos cósmicos. Yendo a un ámbito más cercano, en las observaciones de nuestro Sol, no podemos afirmar que los "fenómenos macroscópicos" que observamos no sean provocados por las "incertidumbres cuánticas".
Como tu bien dices, "está muy lejos de poder resolverse". Pero me sorprende que cierres el capítulo diciendo: "Si es que no es irresoluble." Nada en la Física es irresoluble, basta con que nuestro conocimiento crezca lo suficiente para encontrar la solución a lo que hoy parece irresoluble.
Interesante observación. ¿A qué observaciones de nuestro Sol te refieres? Las que yo conozco son caóticas pero deterministas.
Desde luego, en biología, neurociencia y astrofísica hay fenómenos cuánticos (túneles, superposición, efectos de banda), pero eso no implica que haya coherencia cuántica macroscópica, que es la clave del debate sobre libertad. El modelo de Hodgson, Penrose o Hameroff pide coherencia cuántica estable en sistemas calientes, ruidosos y húmedos (el cerebro). Eso no está demostrado y la mayoría de físicos que yo sepa lo considera extremadamente improbable. No niego que detrás de todo no esté la mecánica cuántica, pero por lo que sé, los efectos cuánticos se “diluyen” en los niveles donde operan el cerebro y el comportamiento.
En cualquier caso, mi tesis es que no existe evidencia empírica de que la mecánica cuántica ofrezca un refugio operativo para la libertad humana porque, aunque lo ofreciera, el problema conceptual de fondo seguiría igual: azar ≠ libertad.
Y yendo al último punto, es una presunción que hasta ahora nos ha salido bien, considerar que no hay nada irresoluble y que será cuestión de tiempo que podamos seguir expandiendo la frontera de nuestro conocimiento. Pero nada nos lo garantiza con certeza. Puede que algún día alcancemos un límite a nuestra capacidad de comprensión. O que, más probablemente, existan límites técnicos y materiales como para realizar los experimentos necesarios para seguir progresando. La conciliación entre la relatividad y la cuántica de momento sigue pendiente.
De todas formas, muchas gracias por comentar.
Precisamente Javier, "...son caóticas pero deterministas", en la propia definición está el origen de mi comentario. No podemos asegurar que las "inestabilidades" cuánticas no sean la causa de los fenómenos macroscópicos. Si asumimos como verdadero el concepto de "determinismo" todas las acciones (incluso las humanas) son casuales, es decir, tienen su origen en las condiciones iniciales. Dicho esto, solo podremos resolver esta controversia cuando demostremos que la hipótesis del determinismo es verdadera o falsa.
Y sobre el último punto, así es, hasta ahora nos ha salido bien y no tenemos ninguna razon para pensar que no siga siendo así; no hay ninguna razón para suponer un límite al conocimiento humano.
Sin duda, el determinismo no está completamente probado (si es que algún día puede probarse). Pero los indicios son abrumadores en su favor. El consenso científico es inmensamente mayoritario en ese sentido. El éxito de la mecánica cuántica lo desafía, pero en el nivel macroscópico se ha mostrado estadísticamente irrelevante, como también admite la inmensa mayoría.
Y sobre el último punto, claro que hay poderosas razones para suponer que existirá un límite al conocimiento humano. No somos la especie definitiva, ni tenemos capacidades infinitas. Nuestro conocimiento depende de una red de individuos e instituciones que también son finitas, que tienen sus límites, y que ya han tocado cierto techo en algunos aspectos. Es un hecho que cada vez es más difícil encontrar ideas nuevas. La innovación está ofreciendo rendimientos decrecientes en las últimas décadas de forma ostensible. Puede que existan revoluciones por venir (la IA ya nos está asistiendo en muchas cosas), pero no es evidente que vayamos a seguir aumentando nuestro conocimiento al mismo ritmo al que lo hemos hecho en los últimos tres o cuatro siglos. Sencillamente, no somos infinitos ni perfectos. El estancamiento da importantes muestras. Las poblaciones sólo admiten un umbral de saturación máximo para su número de científicos. Quizá nos extingamos antes de saber lo suficiente como salir de este planeta. Quizá no seamos la especie elegida para ser capaces de concebir y comprobar, por ejemplo, una teoría del todo. Algo de esto, si te interesa, escribí por aquí: https://newsletter.ingenierodeletras.com/p/las-plumas-de-icaro
Saludos.
Javier, me sorprende tu argumentación. Parece que postulas que somos el último escalón de la posible evolución intelectual. Cada 1000 años (más o menos) la humanidad ha experimentado espectaculares saltos en su intelecto; empezando por Hammurabi en la incipiente Babilonia allá por el 1.700 a.C., siguiendo por el Siglo de Pericles en el s. IV-V a.C. en Grecia y llegando al Renacimiento en 500 d.C. en esta vieja Europa se han producido saltos en el conocimiento que eran impensables en décadas anteriores. Nuestro conocimiento de lo que hay detrás de las fronteras que estamos descubriendo (p.ej. la Física Cuántica) es todavía muy limitado y quedan muchas variables por despejar en la ecuación. Traspasar esas fronteras nos permitirá -eso espero- avanzar en el uso de nuestra capacidad neuronal -actualmente menor del 15%- y no debemos poner límites a aquello que seremos capaces de hacer y de pensar con el 85% restante.
Argumentas que "Nuestro conocimiento depende de una red de individuos e instituciones que también son finitas, que tienen sus límites, y que ya han tocado cierto techo en algunos aspectos." Quizás tengas razón si nos quedamos a este lado de las nuevas fronteras del conocimiento, pero pienso no podemos afirmarlo desde nuestro limitadísimo conocimiento de los que hay detrás de la puerta.
Desde luego que no seremos el último escalón posible, ni mucho menos. Pero equiparas "saltos en el conocimiento" que no son tales. Lo que ha pasado desde, digamos, la revolución de la imprenta, la revolución científica y la revolución industrial - últimos quinientos años - hasta ahora, ha supuesto un salto incomparable con ningún suceso anterior en el conocimiento humano. No hay una gran diferencia entre lo que podía llegar a saber un monje tardomedieval y un sacerdote egipcio del tercer milenio antes de nuestra era. Desde luego, no lo es si lo comparamos con lo que sabemos hoy. El tema es que ese crecimiento casi exponencial de los últimos siglos no es realista. Nada en la naturaleza crece indefinidamente de forma exponencial. Y es posible que ya estemos asomándonos a la inflexión de una curva de tipo logística.
Eso no quita para que, como dice aquel, sin duda diera todo lo que sabemos por la milésima parte de lo que ignoramos. A saber lo que nos espera.
P.D.: Eso de que sólo usamos un 15% de nuestra capacidad neuronal es un falso mito.
Ya te lo he dicho alguna vez y lo repito ahora, Javier. Me impresiona tu capacidad para hilar narrativas que van de la física a la filosofía y de lo humano a lo tecnológico. He perdido, o ganado, un buen rato tratando de decidir qué frase o párrafo restackear, cuál me parecía más certero, y al final he terminado comentando aquí porque me ha sido imposible elegir. Un poco como el burro que no sabe si ir antes al agua o a la comida y acaba desfalleciendo. En fin, un lujo que estos textos estén al alcance de quien quiera leerlos. Enhorabuena y gracias.
Muchas gracias, Fran (creo que fue a tu hermano al que leí llamarte así y me he tomado la libertad, si es que existe, de sumarme ;)). Me alegro de que te haya gustado. Yo a veces hago un restack en cuanto encuentro algo destacable en un artículo, y luego tengo que añadir algún otro restack en otro fragmento que lo merecía tanto o más. Algunos textos son un disfrute. Gracias a ti.
Muy interesante 😊. Lo incluimos en el diario 📰 de Substack en español?
Fenomenal. Muchas gracias.
Estupendo, Javier. Lo he propuesto en https://columnas.substack.com/p/substack-entre-el-periodismo-y-la. Creo que aparecerá en la edición de hoy o del miércoles del Diario.
Por cierto, te presentas al concurso del escritor de Substack?
Lo pensaré. Alguna vuelta le he dado a lo de la precariedad…
Genial. Hoy día lo impregna todo, desde los trabajos a la España vaciada.
Al final, me he animado. Ayer mandé uno.
Genial !!!