A mi parecer, uno de los mayores problemas de esta "cultura de la dopamina" es un exceso de estímulos. No abogo por un romanticismo bucólico, y defiendo el uso de internet y tecnologías varias, pero a mi experiencia personal le resulta aversivo saltar de una noticia a otra, de una imagen a otra, etc.... No tengo problema en navegar un rato y elegir un video de tres horas, un partido de futbol o un libro/artículo, pero si voy saltando de aquí para allá me pongo tenso, por así decir. Creo que esto aplica a varias de las cosas señaladas en la tabla de la "aceleración" que has puesto.
Yo diría que el "amor" al saber casi siempre ha sido minoritario, practicado sobre todo por personas dentro de grupos que reforzaban tal dedicación. Hablar de saber o conocimiento es tan amplio que nos perdemos, ya que hay personas con gran conocimiento sobre cuestiones pero que no se cuestionan las finalidades que persiguen, y viceversa, hay personas muy reflexivas sobre sí y que les "vale verga" el conocimiento de distintas temáticas. También hay gente con conocimientos excelsos sobre aspectos concretos de mil ramas del saber y otra con una comprensión profunda de ciertos fundamentos generales.
Es cierto que los inicios de conocer y reflexionar son aversivos, especialmente cuando menos lo hayas hecho con anterioridad. Sin embargo, el conocimiento hace bien en vez de mal, contrariamente a lo que enuncian ciertos pesimistas. Una información conocida puede causarte rechazo o dolor, pero el conocimiento te enseñará a manejar eso y a entender porqué sucede. Eso sí, tampoco hay que fetichizar el conocer cual burro tras zanahoria que jamás comerá.
No obstante, creo que tanto la pastilla azul como la roja pueden hacer bien a distintos tipos de personas. La roja te hace más autónomo, eso sí, y depara otras vistas que no puedes ver si tomas la azul, que también tiene visiones que jamás verás con la roja.
Me ha gustado mucho tu reflexión, Javier. Realmente, la tensión entre ese impulso evolutivo que nos hace buscar siempre la gratificación inmediata y la necesidad de mirar hacia adentro para encontrar sentido a las cosas es un tema que sigo de manera algo preocupante. Yo estoy en la línea de que nuestros genes, diseñados para la supervivencia en entornos muy distintos, chocan con la realidad actual de la sobreabundancia de estímulos, donde las redes sociales y la información barata juegan un papel crucial, más por lo negativo -me temo- que por lo positivo, que no lo veo por ningún lado.
Soy más del pensamiento de Sócrates; creo que es fundamental recordar la importancia de la introspección y de reservar momentos para el silencio y la soledad, como así pensaban tantos otros pensadores. Ese espacio para examinar nuestra vida no solo nos ayuda a entender mejor quiénes somos, sino que también nos da la oportunidad de elegir conscientemente en medio del ruido que tenemos o que sufrimos hoy en día.
¡Esa tabla de la Cultura de la Dopamina me ha puesto los pelos como escarpias! 😩
No obstante, dicho lo anterior, yo nunca me cierro en banda a lo que no he probado en mis carnes. Me ha parecido muy interesante lo que planteas sobre el metaverso. Es cierto que, mientras la IA sigue arrebatando la atención y acumulando inversiones, el metaverso se muestra como esa apuesta tecnológica que, aunque revolucionaria en teoría, parece haberse quedado en un estado de transición. Quizá la expectación desmedida inicial se haya enfriado al encontrarse con los límites de su aplicación práctica y la incertidumbre sobre cómo se integrará en nuestras vidas.
Me recuerda a esos momentos históricos en los que una gran innovación promete cambiar el mundo de inmediato, pero luego hay un periodo de ajustes y realineamientos. La tecnología, por muy avanzada que sea, sigue dependiendo de la aceptación y adaptación de la sociedad. En el caso del metaverso, se percibe una especie de desencanto que podría estar abriendo la puerta a un desarrollo más maduro y menos impulsado por modas pasajeras.
Veremos qué es lo que pasa. Yo desde luego, tomaré la pastilla roja, me sumergiré en el Metaverso cuando sea posible, si es que tengo la oportunidad de experimentarlo; eso sí, lo haré explorándolo con una mente crítica. Analizando tanto las oportunidades como las limitaciones, y adoptando una postura lo más equilibrada posible. La historia de la tecnología, según he experimentado en mi vida, me ha enseñado que, a menudo, la innovación más valiosa es la que se integra de forma orgánica en la vida cotidiana, sin forzar su presencia en cada rincón o su uso desmedido.
Gracias por tu reflexión y por hacerme reflexionar, Javier.
Muchas gracias por tu detallado y abierto comentario, Jaime. Pasan los siglos y milenios y la prudencia aristotélica sigue siendo una guía transcultural esencial para abordar cualquier asunto. ¡Nos leemos!
Hay una novela de Arthur C. Clarke que podría venir a cuento aquí. Es "The City and the Stars" y está escrita y publicada cuando todo esto era, obviamente, ciencia-ficción.
Menudo artículo y menuda serie de cuestiones que nos lanzas…
Me gustaría apuntar que no habría que olvidar la cuestión «mercantil» del asunto. Me refiero a que la búsqueda de nuevas vías de explotación de esa cultura de la dopamina que comentas (y que nos sojuzga) provoca que se exploren alternativas de todo tipo: el metaverso de Zuckerberg es, quizá, su representación más ambiciosa y audaz, pero ya hace unos cuantos años del experimento de «Second Life», que quedó en nada, y otras tantas distopías/utopías digitales que se están urdiendo (desde las gafas de Apple hasta los chips de Musk).
¿Elimina esta intención capitalista los elementos filosóficos de la cuestión? En absoluto, si bien quizá habría que saber con certeza las aspiraciones legítimas de cada uno de los implicados. No sé si Zuckerberg estará pensando en Platón y su caverna mientras desarrolla el metaverso (sospecho que no, por más camisetas con lemas griegos que luzca), pero es indudable que nosotros, como potenciales usuarios y como seres humanos, sí que estamos —en cierta forma— obligados a hacernos ciertas preguntas.
Por eso tu artículo me resulta al tiempo interesante y perturbador. Creo que, dejando de lado las boutades de Byung-Chul Han (muy sobrevalorado, en mi opinión), sí que deberíamos comenzar a reivindicar esa necesidad del pensamiento como herramienta crítica, esa necesidad de reafirmarlo en un tiempo en el que la ausencia de cuestionamientos nos impide juzgar con objetividad y claridad este tipo de transformaciones, que, de alguna manera, nos van a definir como sociedad e incluso como especie.
Te estás especializando en redactar textos que despiertan conciencias, buenísimo Javier!
Me alegro de que te haya gustado.
A mi parecer, uno de los mayores problemas de esta "cultura de la dopamina" es un exceso de estímulos. No abogo por un romanticismo bucólico, y defiendo el uso de internet y tecnologías varias, pero a mi experiencia personal le resulta aversivo saltar de una noticia a otra, de una imagen a otra, etc.... No tengo problema en navegar un rato y elegir un video de tres horas, un partido de futbol o un libro/artículo, pero si voy saltando de aquí para allá me pongo tenso, por así decir. Creo que esto aplica a varias de las cosas señaladas en la tabla de la "aceleración" que has puesto.
Yo diría que el "amor" al saber casi siempre ha sido minoritario, practicado sobre todo por personas dentro de grupos que reforzaban tal dedicación. Hablar de saber o conocimiento es tan amplio que nos perdemos, ya que hay personas con gran conocimiento sobre cuestiones pero que no se cuestionan las finalidades que persiguen, y viceversa, hay personas muy reflexivas sobre sí y que les "vale verga" el conocimiento de distintas temáticas. También hay gente con conocimientos excelsos sobre aspectos concretos de mil ramas del saber y otra con una comprensión profunda de ciertos fundamentos generales.
Es cierto que los inicios de conocer y reflexionar son aversivos, especialmente cuando menos lo hayas hecho con anterioridad. Sin embargo, el conocimiento hace bien en vez de mal, contrariamente a lo que enuncian ciertos pesimistas. Una información conocida puede causarte rechazo o dolor, pero el conocimiento te enseñará a manejar eso y a entender porqué sucede. Eso sí, tampoco hay que fetichizar el conocer cual burro tras zanahoria que jamás comerá.
No obstante, creo que tanto la pastilla azul como la roja pueden hacer bien a distintos tipos de personas. La roja te hace más autónomo, eso sí, y depara otras vistas que no puedes ver si tomas la azul, que también tiene visiones que jamás verás con la roja.
Qué maravilla de texto. Ni Byung-Chul Han ni leches. Gracias por hacernos pensar. Tus referencias a Orwell y Huxley son completamente oportunas.
El mejor Substack en español, en mi humilde opinión.
Muchas gracias, Ignacio. Exageras.
Me ha gustado mucho tu reflexión, Javier. Realmente, la tensión entre ese impulso evolutivo que nos hace buscar siempre la gratificación inmediata y la necesidad de mirar hacia adentro para encontrar sentido a las cosas es un tema que sigo de manera algo preocupante. Yo estoy en la línea de que nuestros genes, diseñados para la supervivencia en entornos muy distintos, chocan con la realidad actual de la sobreabundancia de estímulos, donde las redes sociales y la información barata juegan un papel crucial, más por lo negativo -me temo- que por lo positivo, que no lo veo por ningún lado.
Soy más del pensamiento de Sócrates; creo que es fundamental recordar la importancia de la introspección y de reservar momentos para el silencio y la soledad, como así pensaban tantos otros pensadores. Ese espacio para examinar nuestra vida no solo nos ayuda a entender mejor quiénes somos, sino que también nos da la oportunidad de elegir conscientemente en medio del ruido que tenemos o que sufrimos hoy en día.
¡Esa tabla de la Cultura de la Dopamina me ha puesto los pelos como escarpias! 😩
No obstante, dicho lo anterior, yo nunca me cierro en banda a lo que no he probado en mis carnes. Me ha parecido muy interesante lo que planteas sobre el metaverso. Es cierto que, mientras la IA sigue arrebatando la atención y acumulando inversiones, el metaverso se muestra como esa apuesta tecnológica que, aunque revolucionaria en teoría, parece haberse quedado en un estado de transición. Quizá la expectación desmedida inicial se haya enfriado al encontrarse con los límites de su aplicación práctica y la incertidumbre sobre cómo se integrará en nuestras vidas.
Me recuerda a esos momentos históricos en los que una gran innovación promete cambiar el mundo de inmediato, pero luego hay un periodo de ajustes y realineamientos. La tecnología, por muy avanzada que sea, sigue dependiendo de la aceptación y adaptación de la sociedad. En el caso del metaverso, se percibe una especie de desencanto que podría estar abriendo la puerta a un desarrollo más maduro y menos impulsado por modas pasajeras.
Veremos qué es lo que pasa. Yo desde luego, tomaré la pastilla roja, me sumergiré en el Metaverso cuando sea posible, si es que tengo la oportunidad de experimentarlo; eso sí, lo haré explorándolo con una mente crítica. Analizando tanto las oportunidades como las limitaciones, y adoptando una postura lo más equilibrada posible. La historia de la tecnología, según he experimentado en mi vida, me ha enseñado que, a menudo, la innovación más valiosa es la que se integra de forma orgánica en la vida cotidiana, sin forzar su presencia en cada rincón o su uso desmedido.
Gracias por tu reflexión y por hacerme reflexionar, Javier.
Un abrazo. 🤗
Muchas gracias por tu detallado y abierto comentario, Jaime. Pasan los siglos y milenios y la prudencia aristotélica sigue siendo una guía transcultural esencial para abordar cualquier asunto. ¡Nos leemos!
Clarke fue
un ingeniero
de Letras.
Desde luego.
Hay una novela de Arthur C. Clarke que podría venir a cuento aquí. Es "The City and the Stars" y está escrita y publicada cuando todo esto era, obviamente, ciencia-ficción.
Bien traído. El contraste entre la vida en Diaspar y la vida en Lys no solo recuerda a esta inmersión en el Metaverso, sino al horizonte de urgencia de sentido al que nos asomaríamos en caso de quedarnos sin trabajo (https://newsletter.ingenierodeletras.com/p/el-vertigo-del-desempleo-tecnologico) o de vivir para siempre (https://newsletter.ingenierodeletras.com/p/vivir-para-siempre). Gracias por comentar.
Estamos más ➕ cerca de Huxley o de Orwen?
Yo creo que Huxley va ganando de momento.
Yo también …
Menudo artículo y menuda serie de cuestiones que nos lanzas…
Me gustaría apuntar que no habría que olvidar la cuestión «mercantil» del asunto. Me refiero a que la búsqueda de nuevas vías de explotación de esa cultura de la dopamina que comentas (y que nos sojuzga) provoca que se exploren alternativas de todo tipo: el metaverso de Zuckerberg es, quizá, su representación más ambiciosa y audaz, pero ya hace unos cuantos años del experimento de «Second Life», que quedó en nada, y otras tantas distopías/utopías digitales que se están urdiendo (desde las gafas de Apple hasta los chips de Musk).
¿Elimina esta intención capitalista los elementos filosóficos de la cuestión? En absoluto, si bien quizá habría que saber con certeza las aspiraciones legítimas de cada uno de los implicados. No sé si Zuckerberg estará pensando en Platón y su caverna mientras desarrolla el metaverso (sospecho que no, por más camisetas con lemas griegos que luzca), pero es indudable que nosotros, como potenciales usuarios y como seres humanos, sí que estamos —en cierta forma— obligados a hacernos ciertas preguntas.
Por eso tu artículo me resulta al tiempo interesante y perturbador. Creo que, dejando de lado las boutades de Byung-Chul Han (muy sobrevalorado, en mi opinión), sí que deberíamos comenzar a reivindicar esa necesidad del pensamiento como herramienta crítica, esa necesidad de reafirmarlo en un tiempo en el que la ausencia de cuestionamientos nos impide juzgar con objetividad y claridad este tipo de transformaciones, que, de alguna manera, nos van a definir como sociedad e incluso como especie.
Buena comparación con Platón.
"Si llega el metaverso y todo lo rodea, sumerjámonos con una pastilla roja en la mano."
Vale! pero solo si tu avatar se ha tomado la pastilla azul.
En caso contrario, más vale que te tu te tomes la azul.