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Avatar de El Último Orbe - Historia

Me gustó mucho la forma en que usas el hielo y el calor como metáfora de toda la historia humana. Cómo pasamos de lo firme a lo líquido, de lo lento a lo acelerado, y da en el clavo con esa sensación de que todo hierve cada vez más rápido.

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Avatar de Chus Recio

WOW, Javier! Tu texto me ha estremecido, porque logra algo difícil: convertir el devenir material de la historia en un relato del alma humana.

El hielo, el fuego, el vapor… dejan de ser simples estados de la materia para revelarse como imágenes de nuestro tránsito existencial. Leído así, tu artículo es, además de una genealogía de la técnica, una elegía de la civilización: una advertencia sobre el precio térmico, y moral, de nuestro progreso.

Me fascina cómo la metáfora del calor atraviesa toda la narración: el fuego de Prometeo, las fraguas industriales, las calderas digitales, el reactor que late en la nube...

Todo se calienta, la tierra, los cuerpos, las ideas, hasta que el propio pensamiento parece entrar en ebullición. Y ahí surgen las preguntas esenciales: ¿qué queda de lo humano cuando todo se licúa? ¿Podremos encontrar un nuevo estado de equilibrio o acabaremos evaporándonos, como sugieres, en la transparencia del exceso?

Me ha recordado a las imágenes de Sloterdijk sobre la “espumosidad” del mundo contemporáneo, a la “sociedad del cansancio” de Han y, por momentos, a la melancolía de Walter Benjamin cuando veía en el progreso un tren que avanzaba hacia el abismo. Pero, más allá de las referencias, lo que me conmueve es el pulso poético con el que narras esa aceleración.

Gracias por este texto que nos recuerda que la historia del fuego es también la historia del alma y que quizá aún estemos a tiempo de templar la temperatura del mundo antes de disolvernos del todo.

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